Durante décadas los mexicanos hemos transitado en una lucha económica, política y social (en ese orden) entre grupos de liberales y conservadores. Pero en la actualidad pocos saben el origen y significado de estas dos palabras.

Para ello, es necesario remontarnos al oscurantismo medieval europeo, cuando los sistemas monárquicos sustentados en teorías teocráticas, es decir, de reyes designados por Dios con la venia del Vaticano, se constituían en verdaderos monstruos absolutistas que privaban de todo derecho al ciudadano.

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Ante tales excesos, surgen grandes pensadores liberales a quienes se les conoce como padres de la ilustración, es decir, de aquellos que buscan iluminar con las ideas y el racionalismo al oscuro periodo medieval.

De este grupo, se derivan principalmente los enciclopedistas de Diderot y las teorías del Contrato Social de Rousseau, junto con la División de Poderes de Montesquieu, quienes junto a los racionalistas alemanes fueron forjando lo que hoy conocemos como Estados constitucionalistas.

Rousseau proponía que los individuos cediesen parte de sus libertades a un ente superior conformado por la voluntad general (Estado) para que éste, como depositario de la soberanía devolviera a los ciudadanos esta soberanía en forma de derechos civiles.

Montesquieu propuso que los ciudadanos a través de ejercicios democráticos eligieran de entre los más capaces a los titulares de tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para poder organizarse como un conjunto de individuos con reglas claras y precisas en las que  todos se encuentren representados con un modelo de poder legislativo, que pueda servir de ancla o control del poder Ejecutivo.

Estas ideas de la mano de la figura de constitución como un documento básico jurídico en el que se norme el actuar de la polis (Aristóteles) o politeia (Hobbes), a través de órdenes de gobierno claramente definidos, influyó de manera directa en lo que hoy seguimos viviendo en México como lucha entre conservadores y liberales.

El desarrollo de liberales y conservadores

En resumen, liberal es aquel que concibe a la soberanía como un atributo del pueblo y no de la monarquía divina o consanguínea; es aquel que se decanta por la democracia participativa en lugar del absolutismo; es aquel de protege los derechos humanos y los reconoce, el que respeta el estado de derecho, el que reconoce la división de poderes, el que sustenta su actuar en una Constitución y en los principios de legalidad, y no así en designios divinos o en la doctrina cristiana.

En la época colonial y durante nuestra primera fase de República independiente de 1824 hasta 1857, la Iglesia regulaba el estado civil de las personas, administraba los bienes hereditarios, controlaba la educación, administraba los panteones y evidentemente se oponían al principio de igualdad entre mestizos, indios y españoles.

Todo ello se debía a que el Papa Julio II otorgó mediante la bula Universalis Ecclesiae, el patronato universal de las Indias a los reyes de Castilla y con ello, el abuso, el saqueo y el aprovechamiento político y económico de la Iglesia se sembró en nuestro territorio.

A partir de entonces, México comenzó una lucha por el poder que tuvo varias etapas con constituciones liberales como 1824, 1857, así como las conservadoras de 1836 y 1843, cuyo fin llegó con la guerra de Reforma de 1857 que logró separar definitivamente la Iglesia del Estado y que permanece firme en la constitución de 1917.

Sin embargo, el conflicto sigue entre la izquierda liberal y la derecha conservadora, ahora con grandes bloques políticos opuestos que se enfrentan en elecciones y en los congresos, que luchan por mantener libertades sociales en favor de los ciudadanos y por otro lado, en regresar al neoliberalismo aristocrático del que aún tenemos secuelas.

Una lucha en la cual la derecha conservadora pugna por ver a los derechos sociales y a los servicios públicos como una mercancía, como un bien económicamente productivo susceptible de privatizar o concesionar.

Hoy, la lucha conservadora y liberal está más vigente que nunca y los ciudadanos debemos definirnos con conocimiento de causa para no pasar de noche este proceso, para hacer que la vida valga la pena vivirla y no dejar que siga, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.


Sobre el autor
Hugo Alday Nieto es licenciado en derecho por la Universidad La Salle del Pedregal; Maestro en Derecho por la Universidad del Anáhuac del Mayab; Master Internacional en Propiedad Intelectual, Industrial y Derecho de la Competencia por la Universidad de Alicante, España. Cuenta con publicaciones especializadas en derecho en México y el extranjero, donde destacan colaboraciones con Porrúa, UNAM, ASIPI, AMPPI, INDAUTOR, Marcasur, la Universidad de Alicante y otros. Ha representado al estado de Quintana Roo en la protección de marcas turísticas y logró mediante controversia constitucional la denominación de origen del Chile Habanero de la Península de Yucatán, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ha laborado en la Secretaria de Gobernación, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, la Lotería Nacional para la Asistencia Pública y como secretario técnico del Municipio de Benito Juárez (Cancún). Es diputado federal suplente.

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