“La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.

Javier Darío Restrepo

Un amplio debate en dos vías se ha abierto tras la renuncia de Azucena Uresti al noticiero estelar en Milenio TV. Uno, el ético, su postura frente a la audiencia; otro, el de la libertad de expresión y la censura. 

El debate ético cuestiona a la conductora por su imprecisión en el uso de las palabras en sus mensajes, lo que da pie a especulaciones e interpretaciones diversas por lo que falta a la verdad, el valor más importante que defiende el periodismo.

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Sostenía el maestro Javier Darío Restrepo, uno de los mejores periodistas (q.e.p.d.) especializados en temas de ética periodística, que hay distancia entre la noticia como mercancía y la noticias como bien social; o lo que es lo mismo, entre la verdad privatizada y la verdad al servicio del bien común.

Azucena Uresti opta por la verdad privatizada (la noticia como mercancía), sin tomar en cuenta que, parafraseando a Darío Restrepo, es un deber ético proteger la verdad porque es frágil y porque es un bien de la sociedad.

En el terreno de lo ético, también se cuestiona la veracidad de su renuncia. Para entender este concepto, el investigador de la Universidad Hemisferios, de Ecuador, Juan Carlos Suárez Villegas, señala seis principios en los que se sustenta: Contraste y pluralidad; evitar el sensacionalismo; precisión; rectificación y derecho de réplica; interés público y rigor informativo.

De acuerdo con los anteriores principios, Azucena Uresti incumple por lo menos, con precisión, en la cual, señala Suárez Villegas, el periodista tiene el deber de ofrecer una información precisa y sin errores. 

Al no precisar qué quiso decir con las “circunstancias actuales”, en su mensaje de despedida para la audiencia que la sigue, el viernes pasado, y al aclarar en un mensaje del lunes que ninguno de los proyectos por venir interfería en absoluto su desempeño en la televisión, Azucena Uresti sigue dejando la puerta abierta al imaginario colectivo, pero no se atreve a decir lo que sus seguidores esperan escuchar, sigue optando por la verdad privatizada.

La Carta Mundial de Ética para Periodistas, que se basa en los principales textos del derecho internacional, en particular la Declaración Universal de Derechos Humanos, contiene 16 artículos, entre ellos, el que señala que “el o la periodista se esforzará, con todos los medios, en rectificar de manera rápida, explícita, completa y visible cualquier error o información publicada y revelada inexacta”. Uresti no ha rectificado la información, pese a que quien sí lo hizo fue el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien acusó expulsión y después se desdijo.

Fuera del ex mandatario, no ha habido más personalidades que hayan rectificado su acusación de censura y de atentado contra la libertad de expresión.

Grupo Milenio, en cambio, dio la cara e informó que de mutuo acuerdo decidieron dar por finalizado el ciclo del noticiario Azucena a las 10. Agregó en un escueto comunicado que la presentadora de noticias asumiría la conducción de un programa radiofónico.

La “censura” contra Azucena Uresti

La idea de la salida de Azucena Uresti de Milenio TV se ha manejado por intensidad por políticos, periodistas e intelectuales, que acusan censura y dictadura.

La censura es el uso del poder para controlar la libertad de expresión, pero ésta tiene determinadas características que la hacen fácilmente identificable: Cierres de programas televisivos; condicionamiento de la información por el subsidio gubernamental que se da los medios; restricción en la publicación de determinados contenidos; entre las más importantes.

Para el caso Uresti, no ha habido ninguna de esas características.

En cuanto a la dictadura, una parte de la audiencia pasa de largo que uno de los primeros pasos de este régimen político es la eliminación de la libertad de expresión; la supresión de los derechos civiles y la desaparición de aquellos que no están de acuerdo con su visión de gobierno. Por mucho que se esfuercen, hoy los opositores pueden expresar lo que piensan, incluso insultar al Presidente de México, y pueden caminar por las calles sin que nada les suceda, como ocurrió en el México gobernado por el PRI. 

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