Crisis en la prostitución de la capital

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CHETUMAL, QRoo.- Trabaja en uno de los llamados oficios más antiguos del mundo; conectaba a sus clientes como bailarina en uno de los centros nocturnos que operaba en la capital hasta antes de la emergencia sanitaria por Covid-19. Hoy pasó a formar parte de las personas que no tienen un sustento económico, cuando antes de la pandemia sus ingresos mensuales rebasaban los 30 mil pesos. 

Samantha es una de las decenas de mujeres que llegaron a esta capital a ofrecer sus servicios como trabajadora sexual. Proveniente del norte del país, cuenta con poco más de 30 años de edad, según dice en la plenitud para el oficio que practica.

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Comenzó a los 20 años en esta actividad y ha recorrido varios estados, incluso el norte de la entidad y por invitación, llegó a trabajar a Chetumal. 

Es soltera, no tiene hijos, cuenta con familia aunque por diferencias desde muy joven tuvo que abandonar su casa y desde entonces solo la visita de vez en cuando, y se habla de su trabajo, pese  a que casi todos saben a lo que se dedica. De alguna manera respetan sus decisiones. 

Llegó a esta ciudad hace unos tres años y entró a trabajar en uno de los centros nocturnos de la capital. Su idea, como muchas otras de sus amigas o compañeras, es ahorrar para el futuro, para un negocio. 

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Esa era su intención al llegar a Chetumal, pues asegura que “todo por servir se acaba”, es decir hoy una mujer que se dedica a esta actividad puede tener un buen cuerpo, sin embargo los años pasan y la clientela prefiere a mujeres jóvenes, entre 25 y 35 años. 

Aunque se gana bien, también se invierte mucho dinero para mantener y dar tratamiento al cuerpo, es la herramienta de trabajo y es la carta de presentación. “Uno invierte en tratamientos de belleza, gimnasio, alimentación, ropa, calzado y algunos otros elementos necesarios para cautivar a los hombres, en ocasiones también mujeres”.

En este trabajo hay que darle a los clientes casi todo lo que pidan, pero es necesario poner límites. Es decir uno puede ser de mente abierta, pero al final hay cosas que por seguridad propia es mejor evitar, sobre todo en el tema de las drogas. 

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Hasta principios del pasado mes de marzo todo marchaba bien, ya había logrado ahorrar una cierta suma de dinero, pero la emergencia sanitaria echó sus planes abajo. Como muchas otras comenzó a utilizar sus ahorros y aunque pudo trabajar una que otra vez de forma particular, al final la actividad cedió. 

El temor al contagio propició que los clientes se alejaran, aun con las medidas sanitarias, y las pocas entradas de dinero se esfumaron, entonces comenzó la debacle, hasta que llegó un momento que no había para comer. Entre amigas y amigos se apoyaron, pero la situación es crítica para todos, luego de más de cinco meses que ha durado la emergencia sanitaria. 

La mayor preocupación es que ni siquiera se trata de irse a otro lado, porque la situación es similar en todo el país. Los centros nocturnos están cerrando de manera definitiva y a la hora de que los que sobrevivan se reactiven no alcanzará para dar cabida a las personas que como ella se dedican a esta actividad. 

Tuvo que cambiar su departamento a uno en donde paga menor renta, porque la situación ya no da para más, incluso vendió algo de ropa, zapatos y las pocas alhajas que tenía, para lograr algunos recursos.

En estos momentos Samantha analiza la posibilidad de dedicarse a otra actividad, pues la situación económica tardará en reponerse y los clientes ya no cuentan y posiblemente ni cuenten con recursos para pagar por sus servicios por mucho tiempo, en especial porque muchos cuentan con familias y deben mantenerlas. 

La mayoría de las personas que llega a los centros nocturnos están casadas o con relaciones formales, cuyas parejas desconocen que visitan estos sitios. 

Samantha por lo menos conoce a 10 mujeres más que están en una situación similar, aunque el sector en general está en crisis, pues no solo en centros nocturnos se ofrece el trabajo sexual también en bares, cantinas, discos y en otros sitios de “convivencia” para adultos.

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El trabajo sexual es una de las actividades a la que ninguna autoridad ofrecerá ayuda, aunque muchas de esas autoridades contratan el servicio, concluyó Samantha.

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