Capital Política: La naranja podrida del Congreso del Estado

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Dicen que una naranja podrida contamina a las demás y es exactamente lo que pasó en el Congreso del Estado. El diputado Eduardo Martínez Arcila ha terminado con la poca credibilidad que se tenía de los legisladores en tan sólo cuatro años.

La realidad supera a la ficción en la presente XVI Legislatura y eso que la mayoría de las anteriores fueron priistas. Cuando se pensó que con el control del Congreso del Estado por parte del Partido Acción Nacional (PAN), en la pasada legislatura, las cosas cambiarían y habría una verdadera separación de poderes, la situación empeoró. Hoy Martínez Arcila todavía tiene secuestrado al Poder Legislativo y ha logrado mover a su antojo a los demás legisladores, incluido a la mayoría morenista.

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Martínez Arcila es plenamente identificado como empleado del gobernador Carlos Joaquín, si él no lo sabe que alguien se lo diga. Es hasta el momento el legislador más repudiado del Congreso del Estado y por si tampoco lo sabe, sus mismos compañeras y compañeros de partido, incluso de bancada, se expresan mal de él.

Se lo ha ganado a pulso, pues en lugar de buscar un beneficio social lo único que ha alimentado es un ego personal por el poder y por servir fielmente los intereses del gobierno en turno, así como manipular a su gente para su beneficio propio, aunque muchos de ellos, y con conocimiento de causa, terminen en el exilio, tal es el caso de Fernando Zelaya Espinosa y lo que está a punto de ocurrir con Mayuli Martínez Simón.

Lo peor es que se quiere perpetuar, pues muy posiblemente encabece la lista de las plurinominales para diputados federales.

Martínez Arcila es el claro ejemplo de la figura de los diputados del siglo pasado cuando simplemente se ordenaba desde segundo piso de Palacio de Gobierno lo que se tenía qué hacer, y la orden se ejecutaba sin importar pasar por encima de los intereses sociales o de la ley.

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Esa precisamente la figura que la sociedad ya no soporta más y que se pretende desechar del escenario político o público.

En la XVI Legislatura es Martínez Arcila quien mueve los hilos, quien ha logrado llevar hasta al más bajo nivel la figura del legislador. Hoy quiere propinar un albazo al diputado Gustavo Miranda García, quien se perfila para ser el próximo presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política (Jugocopo); si el verde ecologista lo merece o no ese ya es otro cantar.

Lo inadmisible en este caso es que el diputado panista está moviendo “cielo, mar y tierra” para lograr su objetivo solo por la ambición de poder, ahora más que nunca y luego de cobrar fuerza al ser elegido presidente de la Mesa Directiva para el segundo año de ejercicio constitucional de la presente legislatura. Pretende hacer lo mismo que logró con Edgar Gasca Arceo y Reyna Durán Ovando.

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Para variar este diputado que es sinónimo de corrupción podría ser quien presida el tercer año de ejercicio constitucional en el cual se lavarán las cuentas públicas del gobernador Carlos Joaquín.

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Lamentable es que algunos diputados de la XVI Legislatura piensen que no forman parte de la podredumbre a la ha llegado el Congreso del Estado, todos sin excepción han caído en algún momento en el juego.

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