El 24 de febrero de 2022 la Federación Rusa invadió a la República de Ucrania, después de un año de intento conflicto, que se remonta de acuerdo con Slavoj Zizek, al 27 de septiembre de 1922, fecha en la que Stalin acusó a Lenin de operar un “liberalismo nacional” actuando en contra del Politburó, y arremetió contra sus políticas para reconocer ciertos derechos a los países aún no anexados, orquestando en ese año que se proclamara la como único gobierno de Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Armenia y Georgia, el de la Rusia Soviética, acabando cualquier deseo de libertad posible para esas naciones.

Pero dicha decisión fue derivada después de que la Revolución Bolchevique de 1920-1921 que provocara una gran hambruna y destrucción en Ucrania, y que al paso de los meses cuando con la ayuda de gobierno soviético se retomara la ucranización de Kiev para retornar a sus costumbres y su idioma, el politburó no dejó espacio para tal liberalismo con posibles tendencias independentistas y comenzaron a fabricar sueños que con el paso del tiempo se convirtieron en pesadillas para Ucrania.

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De acuerdo con la siguiente cita de la obra “Problemas en el paraíso”, se puede apreciar la forma en la que fue fabricando este institucional engaño: “Los bolcheviques también se comprometieron a introducir la atención a la salud, la educación y la seguridad social con múltiples ventajas, así como el derecho al trabajo y la vivienda. Los derechos de la mujer se incrementaron considerablemente a través de nuevas leyes que pretendían eliminar las desigualdades sociales. La mayoría de estas políticas fueron bruscamente suprimidas a comienzos de la década de 1930, Después de qué Iósof Stalin consolidar gradualmente su poder para convertirse en el líder del Partido Comunista”.

Así pues, al disolverse la URSS, después de la Perestroika de 1985,  la nueva Rusia se proclamó “Estado continuador de la Unión Soviética” y asumió el control de los activos que pertenecían a la extinta potencia mundial. Por ende, Ucrania, la segunda república soviética más importe por extensión geográfica, población y territorio y, además, con una importancia geopolítica primordial para Rusia dio inicio a una dura batalla política con Moscú por la entonces Flota del Mar Negro, establecida en la Península de Crimea. Rusia y Ucrania llegaron a un acuerdo firmado en 1997, que estipulaba la división de la flota entre ambos países, así como el pago de alquiler y las condiciones de permanencia de la parte rusa en el territorio ucraniano.

Tras anexarse Crimea, Rusia derogó ese acuerdo unilateralmente, inicialmente vigente hasta 2017, pero renovado en 2010 hasta 2042 por el depuesto presidente Víctor Yanukóvich. Así, la cuestión de la flota era un asunto de recurrente tensión entre Moscú y Kiev.

En 1994 fue firmado el Memorándum de Budapest entre los gobiernos de Rusia, Ucrania, Estados Unidos y Reino Unido, mediante el cual, a cambio de la desnuclearización de Ucrania, los gobiernos de esos tres países se comprometieron a respetar la independencia, la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania” y “abstenerse de la amenaza o uso de la fuerza contra Ucrania.

De acuerdo con Zizek, se debe apoyar el lado ucraniano del conflicto incluso por razones leninistas. Ya que en sus últimos escritos, menciona que después de renunciar a la utopía de “El Estado y la revolución”, el subdesarrollo económico y el atraso cultural de las masas rusas significaba que era imposible que Rusia pasara directamente al socialismo; todo lo que podía ser el poder soviético era combinar la política moderada del capitalismo de Estado con una tensa educación cultural de las apáticas masas campesinas, y no un lavado de cerebro a base de propaganda comunista, sino una imposición gradual y paciente de principios civilizados y desarrollados.

Un destello de este intento por retomar los pasos finales de Lenin en contra de la oligarquía militar lo vimos recientemente con la ofensiva del Grupo Wagner, que encabezados por Yevgeny Prigozhin, quien criticó duramente al Kremlin por las decisiones cupulares tomadas en torno a la guerra de Ucrania, a quien se unieron muchas voces, particularmente de jóvenes, por lo que Putin terminó negociando amnistía para los miembros del Grupo Wagner.

Ucrania, un polvorín

Sin duda, estamos inmersos en un mundo que parece un polvorín, en un país azotado por la violencia, en una sociedad polarizada internamente que se vuelve en presa fácil de los grupos sensacionalistas y radicales. Estamos muy lejos de llegar a ver realidad el trillado lema del ex mariscal Tito: “Hermandad y Unidad” en la exyugoslavia, y cada vez más cerca de que que quedó después de la guerra de los Balcanes.

Es imperativo que quienes hoy tenemos una representación social o política, actuemos en consecuencia y evitemos que se sigan erosionando los lazos entre mexicanos, entre grupos sociales, entre grupos familiares, entre miembros de los mismos partidos, entre aliados, entre amigos, entre trabajadores y patrones, solo por razones políticas. La sociedad mexicana necesita de una verdadera unidad para poder terminar de salir adelante, tal como señaló el propio Lenin después de ver el desastre provocado por la revolución.

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