En pasados días, tuve la oportunidad de leer una supuesta y profunda disertación entre dos de los más grandes abogados de la Roma del siglo I antes de Cristo. Entre el entonces inexperto litigante Marco Tulio Cicerón y el experimentado Quinto Hortensio Hórtalo, quien sería derrotado años más tarde en el famoso juicio por corrupción de Cayo Verres por el propio Marco Tulio Cicerón, a quien le cedería el paso como su sucesor en los Tribunales como el más grande abogado de la época.

Dicha disertación se realizó respecto de un juicio de parricidio en los tiempos del dictador Lucio Cornelio Sila y se centra sobre la forma en que Marco Tulio Cicerón concibe a la verdad, a partir desde su más puro origen filosófico, tomando como base el ALETHEIA de Filón, que se refiere a ésta como el desvanecimiento de lo oculto para llevar al conocimiento, es decir, aquello que retira los velos que no nos permiten apreciar las cosas tal y como son, y por lo tanto nos ponen frente a la verdad del todo.

La búsqueda de la verdad

Y defiende entonces Marco Tulio Cicerón su postura desde el derecho en la búsqueda de la verdad como la búsqueda de la autenticidad, la constatación, la sinceridad, la veracidad, el rigor, la fidelidad y la fe en el ejercicio del derecho.

Sin embargo, Quinto Hortencio Hórtalo se centra en la verdad emanada del término VERITAS, que es la traducción en latín de la fe, de lo que se cree o de aquella ficción que se percibe como común en una sociedad que desdeña los verdaderos ideales de la filosofía, pero que refuerza aquellos que son emanados de las ideas surgidas en las masas, en las que impera la veritas política.

Dichos argumentos sembraron enojo en Marco Tulio Cicerón, quien al escuchar a su colega afirmar que un juicio bien tramado en habladurías aun siendo falsas, pudiera ser reconocido en el foro como veritas y juzgado como tal.

Y allí, la disertación de Quinto Hortencio Hórtalo es lapidaria al responderle que las masas se alimentan de veritas pudiendo ser inducidas desde los intereses del poder, aunque esta se encuentre opuesta incluso a los fines de la misma Aletehia.

Estás confrontadas verdades, no solo por su origen etimológico, moral o filosófico, sino por su contraposición en cuanto al contenido y carga jurídica, son las que se debaten aún en nuestros días, y no es privativo de los tribunales, ya que este debate, aunque por desgracia con mucho menos profundidad se ha trasladado a los medios de información, y es allí donde se emiten los grandes juicios que llegan a las discusiones de sobremesa de las familias.

Si nos damos a la tarea de investigar a profundidad los debates cotidianos respecto de la reforma electoral, la Ley de Ingresos, el presupuesto de Egresos, la interrupción legal del embarazo, la Ley de Movilidad y muchas otras más, vamos a poder identificar en ambos bandos a los Cicerones y a los Hortencios, en un eterno debate que desde antes del S. I a.C. ha seguido en pugna hasta nuestros días, y como diría Joaquín Sabina, sigue como siguen las cosas, que no tienen mucho sentido.

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