Tal como sucedió en Roma, al momento de ser derrotado el cónsul Cayo Mario (tío del gran Cayo Julio Caesar Augustus) y una vez concretada la ascensión del dictador Lucio Cornelio Sila, las riquezas mediante la adjudicación ilegal y aseguramiento de propiedades de los cercanos a Cayo Mario en favor de los amigos de Sila, no se hicieron esperar.

Y así, poco a poco se tejieron grandes fortunas como la de Marco Licino Craso, quien bajo el manto del emperador Sila cerca del año 100 aC, logró posicionarse como unos de los más grandes propietarios de inmuebles de la Roma del dictador.

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Algo semejante sucedió también más de dos siglo después con la ascensión del hijo menor del buen emperador Tito Flavio Vespasiano, el impresentable Dominicano, a quien se le adjudica el asesinato de su hermano el emperador Tito para hacerse del poder y sentar las bases de una de las historias más negras de Roma, solamente comparable al terror que sembraron Sila, Calígula o Nerón.

Y cómo en las anteriores dictaduras, también en la era de Dominicano se generaron nuevos ricos con grandes extensiones inmobiliarias obtenidas con base en la corrupción, el aseguramiento de villas y el embargo de bienes de los patricios contrarios a los intereses de Domiciano.

La historia se repite en la actualidad

Han pasado 2,200 años y se siguen repitiendo esquemas que hemos leído en la historia de Roma y aún en nuestros días siguen vigentes juicios para recuperar predios, casas, hoteles y todo tipo de inmuebles que los recientes gobernantes de las últimas dos décadas se han adjudicado por las mismas argucias legales emanadas de revanchas políticas como lo hicieron Sila, Caligula, Nerón o Domiciano.

Sin duda, lo qué tal vez no alcanzaron a leer los políticos modernos afectos a estas ilícitas actividades, es la forma en la que terminaron estos corruptísimos personajes de la historia de Roma.

Tal vez, si hicieran el ejercicio de leer la historia completa de sus fechorías y de cómo terminaron sus vidas, seguramente tendríamos menos políticos corruptos. Sin embargo, aquellos siguen sin leer y la vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

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