Hace unos días tuve la oportunidad de adentrarme en una obra muy interesante sobre criminales denominada “La sabiduría de los psicópatas”, de Kevin Dutton, de la casa editorial Ariel con su primera impresión en México en este año 2023.

En dicha obra literaria se hace una exhaustiva investigación de las características que la psicopatía ha reflejado desde el aspecto criminal en diversos centros penitenciarios.

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y en los asuntos más emblemáticos, como el de Tehodore Robert Bundy, asesino en serie y que fuera mejor conocido como “Ted Bundy, haciendo una clara explicación de todos los elementos de la personalidad que llevan a los criminales a procesar la concentración sin emociones para llegar a tales resultados. 

Dutton, en su obra, menciona al Leviatán de Thomas Hobbes, que hace unos 300 años anticipó una idea relacionada con este libro en el que la violencia y la astucia constituyen los principales instigadores de resultados de los criminales, y en realidad, los únicos.

Señaló que el analgésico para el miedo continuado o el peligro de la muerte violenta se encuentra en el santuario de acuerdo, en la formación de alianzas con otros, de la Ley, del Estado de Derecho y de la justicia, es decir, la cárcel.

El autor trata de señalizar un origen de psicopatía en el desarrollo de la sociedades humanas, a través de la violencia y el miedo. 

Ejemplos de criminales

Dentro de la analogía de Dutton hay ejemplos y casos reales con declaraciones de especialistas, abogados e investigadores universitarios que se han adentrado en la psicopatía para hacer un comparativo interesante entre los criminales más peligrosos y los empresarios más exitosos; entre los psicópatas más estudiados con corredores de bolsa, entre los asesinos múltiples y militares, entre los mayores creadores de fraudes y los presidentes o personajes cuyas tomas de decisiones han cambiado el rumbo de la historia como aquellos que intervinieron en el operativo Bin Laden o en el milagro digital de Apple

En la obra se distinguen rasgos que van desde la incapacidad de experimentar el miedo, la empatía, y muchas emociones, situaciones que anestesian su cognición social, y que a su vez les hace absolutamente incapaces de aceptar esos sentimientos en aquellos con los que están en contacto.

El autor señala, que la diferencia entre un rasgo de liderazgo y un rasgo psicopático, como pueden ser en los criminales el carisma o el encanto superficial, la capacidad de influir o la manipulación; la persuasión o el arte del engaño; la capacidad de correr riesgos, o la impulsividad, son situaciones que asemejan a los perfiles de los grandes liderazgos del mundo, con los psicópatas más estudiados de la historia. En este sentido, la única diferencia es la existencia de psicópatas socialmente funcionales y psicópatas socialmente disfuncionales. 

Para el autor, el caso de los psicópatas funcionales se caracteriza en que su inteligencia, sus competencias profesionales, su formación académica, su capacidad para controlar sus impulsos y sus actos, son lo que les permite construir una fachada perfecta de normalidad.

Dutton señala que la sociedad es consciente de que la psicopatía campa a sus anchas en terrenos como la política, la justicia y la economía. Como señala el autor, y retomando a Thomas Hobbes en el Leviatán, pareciera que en 1651 fue el primero en visualizar que, sin controles estatales, nos convertiríamos en un puñado de salvajes embrutecidos. 

Como parte medular de esta obra, que es recomendable para todas y para todos, el tema de la neuroley, es importante para retomar en nuestro país, ya que señala que existe una discusión más amplia respecto de la neurociencia cultural, a fin de poder establecer normas jurídicas ajustadas a las distintas neuropatías a través del estudio de cómo los valores, las prácticas, las creencias sociales, la familia y el entorno, moldean y son moldeados por procesos genómicos, neutrales y psicológicos. a través de distintas escalas, dependiendo de la persona y su entorno. 

Sin lugar a dudas el de los criminales se convierte en un tema fascinante para el legislador común, y más aún para el ministerio público, para el investigador y para el juzgador, ya que si hoy en día juzgamos con perspectiva de género, se hace de mayor necesidad comenzar a juzgar con perspectiva neurocientífica o neurosocial, a fin de proveer de neuroleyes que nos permitan acceder a la verdadera justicia, tratando igual a los iguales y desigual a los desiguales; porque en todo caso, estaremos concentrando en las prisiones a criminales disfuncionales juzgados en muchos casos por psicópatas funcionales.

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