Durante los últimos días, derivado de las lecturas por encargo para la formación doctoral que curso, en la materia de “Estado, seguridad y defensa”, he descubierto a interesantísimos autores de quienes quiero compartir sus textos, además de algunas conclusiones a las que he llegado en el tema.

Primero quiero recomendarles un artículo del doctor Agustín Maciel Padilla que se denomina “Cuando la tradición no es un lujo, sino un imperativo: Lecciones del caso estadounidense para la militarización de la seguridad pública en México”; de igual manera, de don Jorge Carrillo Olea, “Tropiezos de la inteligencia. Las grandes fallas de la seguridad nacional y sus posibles soluciones”, y por último, uno más clásico: “Alcances y límites de la política exterior de México”, de Mario Ojeda.

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En este breve, pero sustancioso puente lluvioso que propicia la lectura certera, puedo concluir que el origen y la división de la estrategia de la seguridad nacional, la seguridad interna y la seguridad pública nacieron en este país de forma correcta, pero cuando se terminó la era de los presidentes militares con el general y charro Manuel Ávila Camacho, comenzaron los problemas. Y estos se acentuaron cuando le dejaron la seguridad interna a un personaje como Fernando Gutiérrez Barrios, en la entonces Dirección Federal de Seguridad, madre del CISEN y abuela del CNI.

La corrupción y las mil y un formas de hacer dinero a través de las instituciones de seguridad de la mano de los narcotraficantes de antaño, herederos de la siembra de amapola de los chinos que llegaron con el Porfiriato a construir el tren y que fueron expulsados de Sinaloa con gran violencia después de la Revolución Mexicana, generó grandes frutos para las oligarquías priístas del Estado Mexicano y grupos de narcotraficantes que con el tiempo se transformarían en cárteles.

Después de los excesos de José López Portillo y Miguel de la Madrid, incluyendo el homicidio del agente Enrique Camarena Salazar, todo cambió y Estados Unidos comenzó una estrategia no para detener el consumo masivo y el fructífero lavado de dinero que le generaban inmensas ganancias a su sistema financiero, sino para instrumentar mecanismos transnacionales para dejar la violencia y las masacres al lado mexicano.

Seguridad pública y militarización

Fue entonces que al llegar la transición concertacesionada entre México y Estados Unidos, Vicente Fox comenzó con una estrategia implantada para desaparecer poco a poco los sistemas de seguridad púbica locales y permear con grupos paramilitares, emulando al SWAT estadounidense, y a través de la AFI dirigida por el “ilustre” Genaro García Luna, dio inicio a este proceso.

Por su parte, Felipe Calderón de 2006 a 2012 suscribe acuerdos incluso para generar una guerra interna en el país, militarizando cada esquina, cada calle, cada barrio de México, siendo patrocinado con recursos y armas de los buenos vecinos. Al fin y al cabo, la guerra es siempre el mejor negocio y más aún nombrando como flamante secretario a Genaro García Luna.

Está de más especificar la función que tuvo García Luna durante los gobiernos del PAN en México y en parte con el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien únicamente logró crear el Consejo Nacional de Seguridad con los mismos funcionarios; generaron un sistema continuo. Sin embargo, el gobierno de Enrique Peña Nieto fue empantanado por un exceso de violaciones a derechos humanos y enterrado bajo las lápidas de Tlatlaya e Iguala.

Básicamente, durante las últimas tres administraciones, es decir en casi dos décadas, la estrategia impuesta por Estados Unidos ha tenido grandes resultados. La violencia y las muertes producto del narcotráfico se quedan en México y el mercado con su enorme potencial de rendimiento financiero, se queda en Estados Unidos.

Y mientras México continué bajo este esquema, los casos como “Radilla Pacheco Vs.  México”, “Campo Algodonero Vs. México”, “Rosendo Cantú Vs. México”, “Atenco Vs. México” o recientemente el caso “Tzompaxtle Tecpile y otros Vs. México”, seguirán dejando a nuestro país en la vergüenza de ser un constate violador de derechos humanos.

Hoy, desde el Congreso de la Unión, a propuesta del PRI, se tendrá un periodo más amplio de fuerzas armadas haciendo el trabajo de las fuerzas policiacas y la Cuarta Transformación trata de sacudirse sin éxito un modelo de seguridad impuesto por casi 20 años y al que se ha invertido una gran cantidad de dinero por parte de nuestros vecinos del norte, además de encontrarse totalmente penetrado por el dinero del crimen organizado.

Ante ello… ¿nos alcanzará el tiempo para darle la vuelta a este acuerdo de seguridad bilateral qué solo deja muertos mexicanos? O como dice Joaquín Sabina: “Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”.

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