Gracias a la globalización, el mercado de los videojuegos ha crecido exponencialmente, demostrando que no son es “un nicho” y mucho menos que es algo de niños: son un producto disfrutado por todo tipo de personas.
Es este mismo fenómeno el que ha permitido que en la industria resalten todo tipo de títulos con dos grandes vertientes: las producciones orientales y las occidentales.
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Desde hace años, estos dos bloques han destacado en distintos géneros y si bien la rivalidad entre estos ya es casi inexistente a nivel empresarial, siempre se encuentra como punto de debates de toda índole para demostrar “cuál es superior”, sembrando así cierta discordia en algunas comunidades de jugadores.
Si bien esto no es un tema reciente, resulta algo que es recurrente cada vez que salen juegos nuevos o llegan las nominaciones a los Game Awards y si bien no tiene una solución “obvia”, considero necesario traer luz sobre los hechos para dar una perspectiva neutra de un problema sin mucha importancia.
De un lado hacia otro
La industria de los videojuegos es la más joven entre todas las del entretenimiento existentes; tiene poco más de 50 años. Ha demostrado su verdadero potencial en todos los sentidos.
Los videojuegos nacieron en los Estados Unidos después la Segunda Guerra Mundial con el icónico Tennis for Two, el éxito de Atari y el comienzo de la experimentación con el hardware existente; no obstante, se comenzaría a concebir seriamente como una industria cuando a finales de los 70 Japón entraría al mercado con Space Invader.
Con la llegada de la década de los 80 sería el punto definitorio de esta competencia debido a que Nintendo entraría a la competencia, en primer lugar, en su propio país con la Game & Wacht y la Famicom, para en 1985 llegar a territorio Occidental con al grandiosa NES.
Esta nueva tecnología y la presencia de mejores juegos de parte de Nintendo definiría su gran recibimiento y un prestigio tal que acabaría por dejando muy rezagados a sus rivales.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando una compañía decidiría enfrentar a Nintendo: Sega. A partir de este punto, la famosa guerra de consolas tuvo su inicio, pero en lo que en este caso nos llama, es que fue aquí cuando las vertientes de los videojuegos comenzaron a ser totalmente evidentes.
Nintendo por un lado se mantenía como una compañía que se presentaba como lo mejor para los niños y las familias, con juegos de gran calidad que plasmaban aventuras mucho más fantásticas; una estrategia que les funcionó perfectamente en Oriente y movilizaron también a Occidente.
Mientras tanto, a pesar de que Sega también fuera japonesa, la división estadounidense es lo que le permitió que estuviera bajo el foco. Su marca se vendió como algo más juvenil y serio, siendo más atrevidos no solo en sus juegos, sino en sus campañas publicitarias. Esta visión les permitió ser un éxito total en occidente, pero no acabó de convencer en Oriente.
Estas diferencias que se comenzaron a concebir en con la batalla entre Nintendo y Sega se han hecho mucho más claras con los años, siendo “mantras” que tomaron las actuales empresas y estudios dentro de la industria a la hora de desarrollar sus títulos. Pero, aunque esto fuera así, las diferencias provienen de mucho más atrás.
Cuando la filosofía entra en juego
Resulta sumamente curioso que a pesar de que la guerra de consolas fuera librada por dos compañías japonesas, sus resultados acabaran siendo totalmente distintos debido al enfoque que tuvieron. Nintendo provenía de una compañía tradicional que hacía juguetes y por el lado de Sega —bajo la directiva estadounidense— tenía un espíritu mucho más “libre”. Si bien sería posible decir que esto sucede por cuestiones estratégicas, la realidad es que es mucho más profundo e incluso, de siglos atrás .
Similar al caso de Sega y Nintendo, los contenidos orientales y occidentales a pesar de que puedan tratar temas muy parecidos siempre acaban como productos distintos en muchos de sus aspectos. Estas diferencias tan marcadas tienen origen en sus culturas, principalmente en sus filosofías de vida.
Por un lado, los orientales —quienes poseen influencia del budismo y el sintoísmo— tienen la perspectiva de que la vida es un camino hacia el autoconocimiento y la autorrecompensa, por lo que los problemas en el trayecto no son “obstáculos”, sino una parte del recorrido que les ayudará a conseguir este fin último. Sumado a ello, valoran en gran medida el conocimiento y el crecimiento humanístico, puntos necesarios para conseguir “la iluminación”
Los occidentales —quienes poseen una influencia muy fuerte del catolicismo— conciben la vida como el conflicto entre “el bien” y “el mal” librado en la tierra, por lo que siempre una deberá sobreponerse a la otra. Esta perspectiva de “lucha” es lo que trae consigo el “enaltecimiento” de las apariencias y la fuerza sobre el intelecto, con el objetivo de resaltar y vencer a los rivales.
Es así entonces que comienza a cobrar sentido el hecho de estas diferencias, ya que como bien mencionaba, se remonta a siglos atrás con solo tomar ejemplo de textos —o sus análisis— como La Odisea (Occidente) y Viaje al Oeste (Oriente).
La cultura termina siendo un factor que está presente en ambas sociedades, influyendo claramente en las personas que viven en ellas y como resultado, también se ven reflejados en los productos que crean.
Diferencias más allá de lo evidente
En lo que respecta a los videojuegos, al igual que el resto de los productos de entretenimiento, la primera diferencia clara que existe entre los productos de ambos lados es el sentido del diseño: Oriente apuesta por una estética “anime”, mientras que Occidente toma el camino del realismo; estos enfoques afectan a sus personajes y los ambientes.
Sin embargo, más allá del sentido artístico que pueda tener el juego, la diferencia real radica en cómo se cuenta la historia a vivir.
Desde el lado oriental existe una técnica narrativa llamada Kishotenkesu, la cual presenta una narrativa en la que si bien existe un problema central, no gira en torno a un conflicto, sino más bien utiliza éste y otros elementos más para el desarrollo de la trama y su eventual solución.
Gracias a esto, los autores/desarrolladores pueden darse la libertad de poder desarrollar a sus personajes (el cual se basa en la filosofía del Nakama, un grupo de personajes únicos que acompañan al protagonista), o incluso tramas paralelas sin que la historia caiga por sí sola.
Por otro lado, la narrativa occidental prevalece gracias a la presencia de un conflicto central que dirige toda la historia, presentando así a un protagonista, quien deberá enfrentar las adversidades para conseguir su objetivo final.
Aquí es posible ver cómo el personaje (o su grupo) se mantiene en esta lucha del “bien contra el mal”, desarrollando toda la historia alrededor de este conflicto y permitiendo así historias más claras y precisas.
Sumado a ello, una diferencia que suele destacar es la manera en cómo presentan la historia.
En el caso de los juegos orientales es común que se nos sea contada, con esto hago referencia a estas tramas que son particularmente lineales y que no permiten al jugador realizar todo lo que quisiera por sí mismo, buscando una forma de “sentir” la historia y no necesariamente de “jugarla”.
Mientras tanto, en Occidente buscan que formes parte activa de la historia; aunque en un juego todo esté “predestinado”, dotan de una sensación de libertad y que en conjunto con la personalización y realismo, generan una experiencia mucho más inmersiva para el usuario.
De esta manera, queda más clara la situación de los géneros que suelen abarcar ambos sectores. Por ejemplo, el mercado Occidental tiende a verse atraído por títulos de acción, por lo que no es sorpresa que los shooters o action-adventure se desarrollen por cantidades y sean un éxito; esto mismo no sucede en Oriente, donde terminan buscando principalmente visual novels o J-RPG y la narrativa es lo primordial.
Lo mejor de ambos mundos
La globalización ha permitido que las personas alrededor del mundo tengan acceso a los contenidos de todo el mundo gracias al internet. Esta interconectividad ha logrado la interacción entre culturas, haciendo posible así un mejor entendimiento entre las partes.
Los videojuegos no escapan a ello, solo hace falta ver situaciones como Operation Rainfall, una campaña por fanáticos hacia Nintendo para que tres juegos que habían despertado su interés pudieran cambiar sus planes de solo salida en Japón para el resto del mundo. ¿El resultado? En 2012 Xenoblade Chronicles, The Last Story y Pandora’s Tower estuvieron disponibles para Occidente.
Por otro lado, tenemos el caso de la influencia entre las partes, véase el caso de Final Fantasy XV o incluso The Legend of Zelda Breath of the Wild, sagas que tienen origen en el RPG japonés más puro, pero que con las últimas entregas decidieron dar el salto al action RPG, un género que surge de esta tropicalización hacia los intereses occidentales y que resultaron también en éxito.
Es así como ahora, estudios desarrolladores de todo el mundo comienzan a tomar nota de todo este tipo de elementos que con los años, han definido poco a poco los géneros que conforman el gran abanico de títulos dentro de la industria del videojuego, ya sea para crear juegos específicamente hacia un mercado o mejor aún, combinando estas características para brindar nuevas historias y experiencias.
Un punto de encuentro entre iguales
Considero pertinente decir que debido a la amplitud que posee la industria del videojuego, estas diferencias culturales más allá de ser vistas como “un conflicto” para demostrar cuál es superior, es mucho mejor concebirlas como dos vertientes distintas que influyen entre sí, y al mismo tiempo, se complementan.
El sector de los videojuegos actualmente se encuentra en un punto en que innovar es cada vez más complicado. El hecho de que los estudios y las compañías comiencen a tomar esto en cuenta, no solo permite el acceso a estos juegos que antes eran “meramente exclusivos de un lugar”, sino que también con esta fusión de géneros resulta particularmente beneficiosa tanto para los jugadores como para la industria.