Las campañas de desinformación en medios tradicionales y redes sociales contra el proyecto de la Cuarta Transformación están en marcha. El objetivo central es relacionar al Gobierno de México y a la candidata presidencial Claudia Sheinbaum Pardo, con el narcotráfico.

De nueva cuenta, desde la oposición se ha creado la narrativa -como sucedió con aquella de que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México– que incluye a medios internacionales, para implantar en la opinión pública nacional, el miedo.

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La narrativa se ha alimentado gracias a los nulos resultados en seguridad del actual gobierno. La política de “abrazos y no balazos” ha fracasado, como también en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, falló la de atacar con todo el aparato de seguridad del Estado, por la vía violenta, al narcotráfico.

Esos malos resultados, que ahora tienen a este sexenio como el periodo más violento de la historia de nuestro país, sumados al saludo que hizo López Obrador a la mamá de Joaquín Guzmán Lorea, El Chapo y la liberación de uno de sus hijos, Ovidio Guzmán López, son hechos que los detractores de la 4T han aprovechado para construir su narrativa, con cierta lógica, pero con un falso contenido que tiene como propósito manipular a la opinión pública para tratar de modificar la intención del  voto, que por ahora mantiene hasta por el doble de ventaja Claudia Sheinbaum Pardo.

Son cuatro episodios que por 23 días contados desde el 30 de enero y hasta el 22 de febrero, la oposición, en alianza con medios internacionales y nacionales, han desarrollado para tratar de  convencer al electorado, que el cambio -que no continuidad- es peligroso, por su asociación -no probada- con los cárteles de la droga, esos sí, el poder de facto que ha reducido unos de los pilares constitucionales: El derecho a la seguridad.

El punto de partida inició desde el exterior mediante una “investigación” filtrada por la DEA, que publicó ProPublica, Insight Crime y la periodista Anabel Hernández, sobre un presunto financiamiento del cartel de Sinaloa a la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador, en 2006.

Importantes medios tradicionales replicaron la información y le dieron seguimiento entrevistando a funcionarios de la DEA, al periodista Tim Golden (ProPublica) y a Anabel Hernández (Deutsche Welle) que “revelaron” los presuntos nexos financieros entre el narcotráfico y el ahora Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Pese a que esa información fue desarticulada por periodistas independientes que encontraron las fallas en la presunta investigación, en redes sociales comenzó a crecer la campaña #NarcoPresidente y #NarcoCandidata y por más de dos semanas ha sido tendencia. Morena denunció esta campaña en cuya activación participaron políticos, empresarios y actores y actrices nacionales.

La tercera fase de esta estrategia fue la presunta entrevista al líder de Los Ardillos, quien declaró a Latinus que cuando trabajaba para los Zetas, el grupo criminal apoyó la candidatura de López Obrador. La entrevista carente de credibilidad, con un personaje cubierto en el anonimato.

El cuarto episodio sucede esta semana, con una publicación del periódico The New York Times, con una “investigación” con un titular hasta sugerente: Estados Unidos indagó acusaciones de vínculos del narcotráfico con aliados del Presidente de México. Esto es, como señaló el periodista Julio Hernández “Astillero”, una “forma tramposa de plantear las cosas”. Y así es. El editor del periódico estadounidense tomó la palabra indagar como la sustancia toral del trabajo periodístico, porque el mismo “reportaje” se descalifica así mismo con las “acusaciones de vínculos con el narcotráfico”, que no probó, tal y como pasó con la investigación de la DEA.

Así como Mike Vigil, ex director de operaciones internacionales de la DEA, en entrevista con Carmen Aristegui, confirmó que aún cuando hubo investigación, se descartó porque no hubo pruebas; el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, confirmó en Estados Unidos que no existe indagatoria sobre el Presidente de México.

Con la publicación de estas investigaciones sin sustento, de medios internacionales, es evidente que hay una estrategia de medios y periodistas, que están actuando por consigna.

Desinformación, para influir el la elección

A diferencia de la época anterior a las redes sociales, en que las audiencias depositaban su confianza en el prestigio de los medios de información, hoy, en la era en que la información ya no es sólo de una vía, y que se empezó a romper el poder de los monopolios y con ello, su credibilidad, la opinión pública se ha dado cuenta de que las empresas de medios no defienden la libertad de expresión ni el derecho a la información, sino los intereses de un grupo de empresarios.

campaña desinformación
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Las reformas implementadas del 2018 a la fecha, han afectado los intereses de compañías de distintos sectores, internacionales y nacionales. Distintas campañas mediáticas, como se han hecho desde hace más de un siglo, son una respuesta a esa afectación, sólo que ahora se recurre a información incompleta e inexacta, o a las fake news, el cáncer que está acabando con la reputación de la industria de medios.

Las campañas de desinformación son una constante, ante una audiencia que hoy norma su criterio en la diversidad de opciones que ofrecen las distintas plataformas alojadas en internet. Su objetivo es confundirlas y contaminar la conversación trivializando los hechos relevantes.

México está en la antesala de continuar con un proyecto político y social o de cambiar para volver al pasado. La intervención extranjera apoya el regreso a las viejas formas, de cambiar para no cambiar. Y los medios extranjeros y nacionales, en manos de unas cuantas familias, están dispuestos a todo, para asegurar esa vuelta al pasado.

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