El profesor Phillip Zimbardo, conocido por realizar el experimento de la cárcel de Stanford, es el artífice de otra investigación, quizás menos conocida: “la teoría de los vidrios, o las ventanas, rotas”.

Colocó dos vehículos en perfecto estado en dos barrios de la ciudad, uno socioeconómicamente alto; otro, bajo. No sé si por ser yo, una mexicana, quien escribe, me resulta más o menos intuitivo considerar las conclusiones.

También te puede interesar: Aprueban en Yucatán el matrimonio entre personas del mismo sexo

Una semana después, el primer auto estaba intacto, mientras que el segundo, deshecho.

Se alteró ligeramente la situación, colocando un auto con un cristal roto en el barrio “rico”, y vamos a ver que el resultado se tornó el mismo que en aquella colonia de marginación y pobreza. Al parecer, la ausencia, o tan sólo la percepción de falta de cuidado, de normas, de reglas, hace la invitación abierta a “todo se vale”, a la destrucción.

Me veo a mí misma en una consulta, con un terapeuta –Gestalt-, quien me invitó a tomar una hoja de papel y colocarla entre él y yo: “Esto es el campo”, me explica. Y ahora, vas a tomar tal y tal objeto, me pidió organizarlos y reportarle mi sensación… “estás proyectando”, espeta.

La sesión discurrió para mí, entre mucha confusión y algo que pudiera identificar como una mezcla particular de constelaciones familiares, aderezada por un lenguaje (hasta me viene raro nombrarlo como tal) Gestalt, y una que otra pizca analítica interpretativa del psicoanálisis.

Con un cierre en el que se me explicó que, de acuerdo con “un curso de milagros”, yo necesitaba resignificar mi experiencia. Me alcanzó un rezo para hacer durante al menos siete días y me despidió con un gesto que me quiso parecer abrazo.

La inclusión… ¿lo de hoy?

Vivimos en un momento en el que pareciera que la inclusión es lo de hoy; me pareció innovador cuando lo vi como premisa en el decálogo del Hombre en Llamas (the Burning Man festival). Me empezó a pesar cuando lo escuchaba por aquí y por allá, con lo ridículo que encuentro pensarse inclusivo por tan sólo modificar el lenguaje.

No tenemos rampas de acceso para discapacitados en los hoteles, ni Braille en los menús o en las descripciones de los sititos arqueológicos, y cuando los anfitriones saludan: “Buenas tardes, chic(qu)es”, señalizan “acá” todo se vale, todos son bien recibidos y estamos listos para ustedes.

Y entre la cacofonía y la ilusión de participar activamente, desde el sillón, la tele, la computadora y la charlatanería de las palabras, en un movimiento, en una causa o en una psicoterapia, nos vamos haciendo la vida Incluyendo, con la ilusión también de pensar, a veces con una mueca de discernimiento, nada de digestión y mucha palabrería, como si de verdad supiéramos qué estamos haciendo, como si de verdad no estuviéramos improvisando.

Síguenos en Google Noticias desde tu celular para estar siempre al día

Y me viene leer nuevamente a Aldous Huxley, a quien le preocupaba que nadásemos directo al sin sentido en un mar de información, que nos ahogáramos en la banalidad y que la frivolidad nos abanderara.

Confusión

O Gianni Francesetti, psiquiatra italiano, quien señala que vivimos en una sociedad que nos invita a rebotar entre la experiencia depresiva y la limítrofe. Tenemos muchísimo a donde mirar, y ni siquiera veo cómo podríamos caminar entre el paradigma de complejidad al de la simpleza y viceversa.

Leyendo un artículo “… qué no es desarrollo”, me pienso en una sesión y en otra, pues he estado “probando” con distintos terapeutas, experimentando, y resulta que he encontrado tantas maneras como personas de hacer y crecer, considerando que no todo cambio implica evolución.

¿Será que verdaderamente no sabemos para dónde ir como sociedad?

¿O será que necesitamos explorar el cómo es que estamos yendo?

¿Será que estamos viendo a través de ventanas rotas?

Al igual que he encontrado mil maneras de practicar yoga, siendo profesor certificado de “un” estilo, me parecía brutal participar en secuencias organizadas desde otra perspectiva, desde otras corrientes, desde otras miradas, catastrófico podía pensar. Y hoy, veo cómo aun considerándonos de la misma comunidad, con los mismos cimientos y objetivos comunes, lo que llevamos al otro, sin duda tiene nuestra esencia, pero no sólo eso, también tiene nuestra interpretación y quizás, nuestro filtro.

También te interesa: Conoce el calendario escolar Quintana Roo 2021-2022

Tal vez, vuelvo a la idea de los vidrios rotos y pienso: “Cuando el sabio apunta a la luna, el necio mira hacia el dedo”, y es volver a mirar, una y otra vez, a la teoría, a lo que los estudiosos señalan como los fundamentos sociales, a la historia quizás, tanto como sea posible, tanto como sea necesario para nutrir un entendimiento, ahora no de posturas que se adoptan con el cuerpo y sí con la presencia, con la mente, con sensibilidad, con la psique y que se traslada a una actitud frente a la vida y al ser social, espero que sin vidrios rotos.

Por Ana Patricia Ojeda

Google News