En las últimas semanas hemos visto el símbolo del corazón siendo utilizado en la política como imagen de amor y de unidad, y más aún, hemos escuchado mencionar una y otra vez a una de las candidatas a la presidencia de México expresarse sobre quienes tienen y quienes no tienen corazón a su criterio, resaltando en todo momento la figura del corazón conocida hoy por todos, o casi todos los habitantes de este país.

En materia comercial, el uso de la imagen del corazón no tiene connotación en la política o histórica alguna, y puede ser explotado con tranquilidad en marcas incluso turísticas como la emblemática “I ♥ New York”, que ha sido utilizada de manera comercial por décadas, lo mismo que en su momento hiciera televisa con el “Chapulín Colorado”, cuyo distintivo era precisamente un corazón; pero en política, la comunicación es y debe ser diferente.

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En la política estamos representando a la filosofía del Derecho, a la teoría del Estado, hacemos alusión a las diversas corrientes doctrinarias y por supuesto, a los acontecimientos del devenir histórico político de la humanidad. No podemos actuar, tomar posturas o líneas políticas como si no existiera un pasado filosófico y simbólico, ya que exhibiríamos una gran incompetencia. 

En política cualquier imagen o símbolo nos habla de lo que busca o sugiere ese partido o grupo político, el simbolismo es un asunto de gran relevancia desde Egipto hasta la actualidad, basta con observar a los monumentos antiguos para encontrar mensajes o llamados de la masonería en los gobiernos liberales, por ejemplo. En el caso particular, el que un partido conservador haga uso de esta imagen de corazón en la política, sin considerar su origen y su significado parece un tanto desalentador, dado que pareciera que no se tomaron en serio el investigar siquiera el origen del mismo y se quedaron con el traje del “Chapulín”.

El corazón rojo como el que conocemos hoy en día se encuentra muy lejos de representar un amor fraternal o familiar, como el que se pretende impulsar con él, ya que en la ciudad Griega de Cyrene fundada en el Siglo VII antes de la era Cristiana, fue donde que creó el símbolo del corazón como se conoce en la actualidad. Símbolo que representó riqueza y que fue, incluso, acuñado en monedas por su relevancia económica como producto de alto valor comercial para las grandes ciudades.

El símbolo representa a la hoja de la planta Silphium, conocida como Silfio en nuestro idioma, la cual fue utilizada como panta medicinal, con el único fin de evitar la concepción por lo que era una planta muy solicitada durante el Siglo I antes de Cristo en Roma, ya que permitía llevar una vida alegre y disipada usándola como anticonceptivo. Por tanto, la planta del corazón fue identificada como una planta de sexualidad, más que del amor familiar como se pretende en la campaña presidencial. En estricto sentido, el símbolo transita en sentido opuesto al discurso conservador.

Indagando un poco más, diversos autores como el propio padre de la historia, Herodoto, o el filósofo griego Teofrastro, escribieron sobre el corazón del Silfio para enumerar sus importantes cualidades, siendo Plinio el viejo, el que la incluyó dicha planta en su enciclopedia denominada Historia Natural.

La política y el símbolo de corazón

Hasta aquí pareciera que es solamente una mera imagen, un dibujo con fines electorales en política, pero cuando comparamos el origen y el fondo de la figura que esa candidata decidió emplear, pareciera más atractivo el tema, porque no solamente habla de desconocimiento del significado del símbolo, sino que pretende impulsar con ella diversas propuestas conservadoras que van en contraposición a lo que el mismo diseño de corazón refiere, al hablar de políticas contra la interrupción legal del embarazo, o que no benefician a los grupos vulnerables por la mera autodeterminación de su sexualidad, sin duda nos lleva a pensar que en el cuarto de guerra de la candidata eso de la lectura no es lo suyo. 

Resulta pues importante que quienes se dediquen a la política de alto nivel, como es el caso que nos ocupa, lo hagan de forma seria, ya que son ellos quienes nos deben dar el ejemplo a los ciudadanos para tomarnos las cosas en serio. Venimos atravesando el final de un sexenio lleno de simbolismos que llaman al origen de México a través de los pueblos originarios, de nuestras raíces, y pretender iniciar un proceso con la imagen del Silfio donde pareciera que evocan la libertad sexual pero la censuran con su discurso. Así no se puede.

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