El evento para presentar el inicio de actividades de la “Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el impulso a la Justicia de las violaciones graves a los Derechos Humanos, cometidas entre 1965 y 1990”, fue políticamente incorrecto y sin el menor cuidado para con los sobrevivientes y los parientes de las víctimas invitados al acto.

Se entiende que el Presidente Andrés Manuel López Obrador desee reconciliar al Estado mexicano con sector de la población lastimado por la Guerra Sucia, y que tenga el afán de que la Cuarta Transformación haga justicia. Se comprende que el acto haya sido en el Campo Militar número 1, el lugar en donde se torturó, asesinó y recluyó a opositores de los regímenes priistas.

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Lo que no se entiende, es por qué invitar a sentarse a militares y víctimas en el mismo lugar. Ahora, por los invitados, se sabe de la incomodidad que sintieron y denunciaron que nos les avisaron que el protocolo sería con militares a su lado.

La reconciliación no se logra así.

Los testimonios de los familiares de las víctimas, que estuvieron en el presídium, aún siguen siendo sobrecogedores. Ahí estuvo Micaela Cabañas Ayala, hija del maestro rural normalista y el más famoso de los guerrilleros de México, Lucio Cabañas Barrientos.

También habló Alicia de los Ríos Merino, hija de la guerrillera del mismo nombre que fue detenida y llevada al campo militar y de ahí trasladada a la Base Naval 7, en Pie de la Cuesta en Acapulco, Guerrero. En esa base, dijo, despegaba un avión que realizaba los vuelos de la muerte entre las costas de Guerrero y Oaxaca. Hoy continúa desaparecida.

La propuesta inapropiada a las víctimas, del general Luis Cresencio

El general Luis Cresencio Sandoval, en el acto, anunció que con la autorización del Presidente Andrés Manuel López Obrador, se inscribirán los nombres de militares fallecidos con motivos de los hechos del pasado en el Monumento a los Caídos de las Fuerzas Armadas, como un tributo y un sentido homenaje a los soldados que cumplieron con su deber

El titular de la Defensa Nacional aún no había terminado la frase cuando los sobrevivientes y familiares le increparon: Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

El anuncio fue ofensivo. Reconocer a los militares que fueron abatidos por los distintos grupos de guerrilleros de la época, que formaron parte de la Brigada Blanca, un grupo paramilitar formado por la extinta Dirección Federal de Seguridad, fue un insulto a la memoria de los caídos en la Guerra Sucia, uno de los periodos más oscuros de la historia del México reciente.

En ese homenaje, se propone de facto inscribir también al Batallón Olimpia, cuyos elementos vestidos de civil y con un guante blanco para identificarse unos a otros, iniciaron la balacera que culminó con la matanza de estudiantes en Tlatelolco en 1968.

Y de paso, también al grupo paramilitar Los Halcones, que reprimieron con lujo de violencia la manifestación estudiantil el 10 de junio de 1971.

La reconciliación no se logra de esa forma. Los militares fueron cómplices del régimen autoritario que dio pie al surgimiento de las guerrillas rurales y urbanas, que el Estado combatió con ferocidad, con todo su aparato represor, incluido el Ejército.

La comisión ha iniciado sus trabajos de investigación partiendo de 1965, pero deja de lado 1962, año en que fue asesinado el revolucionario y líder campesino Rubén Jaramillo, junto a su esposa embarazada y sus hijos adoptivos… ¡a manos de militares!

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