Hace unos días, mientras me adentraba en la lectura del epistolario de Plinio el joven, leí con detenimiento parte de la carta que envió a Sosio Seneción en el año 97 después de Cristo, en la que le expresa su preocupación por el desinterés del pueblo en la literatura y en general en la cultura y las artes, lo que genera en un gran pensador como Plinio un genuino sufrimiento por la pérdida del conocimiento universal.
En su carta, Plinio dice: “¡Por Hércules!. Cuentan que en tiempos de nuestros padres, un día de Claudio Cesar paseaba por el Palacio, al oír aplausos, preguntó la causa de los mismos, y cuándo se le dijo que eran para Noniano que estaba recitando una de sus obras, acudió rápidamente a escuchar la lectura. Ahora, sin embargo, los más desocupados después de haber sido invitados con mucha antelación, son precisamente los que menos acuden a las recitaciones, o si lo hacen, se lamentan de haber perdido con ello un día, cuando justamente por ese motivo, no lo han perdido.”[1]
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Y ello, me recordó la conferencia del doctor Rafael Pérez-Taylor que forma parte de una publicación del mes pasado, y que derivado de mi lectura del silgo I, hoy nuevamente viene a colación debido a que la inmaterialidad como herramienta o base de la construcción del pensamiento en el mundo digital, sin duda tiene grandes desventajas para el ser humano.
Si retomamos el ensayo de Mónica Victoria Peña denominado “Lectura y escritura: una materialización del conocimiento[2]”, sin duda podemos rescatar una gran cantidad de ideas que nos llevan a aceptar que la palabra, la lectura y la escritura en su conjunto, son la fuente del conocimiento colectivo. Sin ello, no hay nada y la humanidad, como mencionaba Pérez-Taylor, está condenada.
Hoy en día, la inmaterialidad del mundo intangible nos atrapa, nos hace un cúmulo de sujetos que difícilmente pueden leer más de 280 caracteres y nos hace creer que somos especialistas en todo, cuando en realidad nos esta llevando a convertirnos en una sociedad cada día más ignorante y presa de los influencers que, dicho se a de paso, a duras penas saben diferenciar entre un sofista y un filósofo; entre un liberal y un conservador; entre izquierda y derecha, pues.
Nuestra sociedad requiere de una vez por todas retomar el camino de la construcción del conocimiento, y no hay mejor camino que la lectura, ya que solo a través de ella, las personas pueden generar sus propias hipótesis y construir de manera progresiva su propio criterio y con ello, ser parte del conocimiento colectivo.
De otra manera, la formación adquirida a través de las redes sociales, de la inmaterialidad del entrono digital, abonará a la creación del desconocimiento, lo que es en potencia un riesgo para la subsistencia de nuestra especie.
Y la vida siguió…como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.