Kenia Díaz | R360
CANCÚN, QRoo.- Resulta fácil adquirir una rutina del día a día, es fácil saludar a tus compañeros de clase o de otras carreras.
Todo transcurría normal, un saludo de beso y una despedida con el mismo. Los mismos maestros que imparten el tópico nuevo para el examen del segundo parcial, una hora de plática, preguntas y respuestas. Las redes sociales, noticieros y cuantos medios de comunicación se pudiera imaginar hablaban del dichoso Covid-19, mismo que tenía pocos días de haber llegado a México: “El primer infectado, un hombre de 53 años que había viajado a Italia”, se podía leer en todos los encabezados de las noticias.
No era de esperarse que esto causara furor, sin embargo, yo seguía con mi rutina normal hasta el viernes 13 de marzo. Se confirma el primer caso de Covid-19 en Quintana Roo, me entero de la noticia por la tarde, recién había salido de la universidad, me despedí de todos como siempre, de mano, con un beso o un simple saludo diciendo: “Que tengas un buen fin, nos vemos el martes”. Algunos habían hecho planes para esos días, yo estaba esperando ir a una fiesta el domingo por la noche.
La universidad empieza a publicar en sus redes sociales respecto a los cuidados y recomendaciones que se tienen que tomar para evitar el virus. Eran más las dudas de los alumnos que información oficial, en los grupos de WhatsApp se veían mensajes de alumnos preguntando acerca de las clases, con rumores de la cancelación de clases crecía la incertidumbre.
La universidad lanza su primer anuncio oficial, las clases se cancelarían hasta el viernes 20 de marzo, esto calmó el estado anímico de los más preocupados por la situación.
Mi madre llega del trabajo diciéndome que vayamos a hacer compras. “Tenemos que hacer despensa, las cosas se van a terminar en poco tiempo”, me dijo sin perder el tiempo, fuimos a hacer compras escogiendo lo necesario.
Al día siguiente por la tarde, la universidad lanza su segundo comunicado oficial, las clases se cancelan desde el martes 17, era oficial, el puente de tres días se convirtió en vacaciones de un mes. Un mes de contingencia, un mes de los cuales llevo dos días, las clases presenciales se convirtieron en clases virtuales. Dos días en los que he estado encerrada en mi casa, con una sensación extraña que me rodea, no es temor definitivamente, supongo que los movimientos mediáticos hicieron lo suyo, toda esa información que rodea los medios día y noche.
El número de contagiados cada día crece más. Lo que se veía como algo lejano, ahora es una realidad, una realidad que mis padres ya vivieron con el brote de influenza AH1N1 en 2009.
Se me hace complicado poder pensar en que mis vacaciones se convirtieron en clases en línea y cuarentena. Mis días cambiaron drásticamente. Inundan los canales con noticias de contagios y muertes por Covid-19.
Mi madre se altera cada vez más por todas esas noticias y tomamos la decisión de ir nuevamente al súper, se sentía una vibra muy extraña al entrar, todos los clientes tenían los carritos de súper llenos de enlatados, carnes y productos de higiene, compras desenfrenadas y muy inconscientes, para ser sincera, siento que solo hacen que el ambiente y el pánico crezca sin necesidad. Parece que los únicos felices de esta situación son mis perros por tenerme en esta situación de cuarentena en casa.
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Solo me queda sentarme y esperar a que algo pase, al salir a la tienda y regresar a mi casa, me siento y solo pienso en lo cambiantes que pueden ser las cosas, en como de un día para otro, tus vacaciones se convirtieron en cuarentena, en como un viaje esperado se cancela, en como el trabajo disminuye, supongo que solo queda eso, esperar.