Durante décadas, hemos escuchado una y otra vez la frase “craso error” cuando se trata de algún hecho catastrófico que pudo haberse evitado.
En política, existe un sinnúmero de estos hechos que prácticamente emanan de la reacción iracunda de algún líder o del exceso de confianza en terceros para la toma de decisiones trascendentales.
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Sin embargo, el origen de dicha expresión data del año 53 antes de Cristo, en la fatídica batalla emprendida por el cónsul del ejército romano de Oriente, Marco Licinio Craso, en contra del imperio Parto, en las cercanías del río Éufrates.
Origen de la frase “craso error”
El ejército de Oriente al mando del cónsul Craso, se abalanzó contra el ejército Parto, una vez que Surena, el líder de las fuerzas partias exhibiera como trofeo la cabeza de Publio Craso, el hijo del cónsul caído en batalla.
Cuenta Mestrio Plutarco, en su obra “La vida de Craso”, que la ira se apoderó de él y lanzó a sus legiones a una de más fatídicas batallas y de las peores pérdidas económicas para el imperio de Roma en tiempos de Julio César, destacando el siguiente texto:
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“Mía es, romanos, esta pena; y solo mía; sin embargo, la gran fortuna y la gloria de Roma permanecen inquebrantables e invencibles en vosotros que estáis vivos y seguros. Y ahora, si sentís algo de lástima por mí, a quien de este modo se le ha arrebatado el más noble de los hijos, mostradlo con vuestra ira contra el enemigo! ¡Robadles la felicidad! ¡Vengaos con crueldad! ¡No os desaniméis por lo que ha ocurrido, pues es necesario que aquellos que intentan conseguir grandes logros también deben sufrir enormemente…”
(La vida de Craso, por Mestrio Plutarco)
Dicho esto, la ira y la confianza mal empleada en terceros, le costó a Marcó Licinio Craso, que su nombre venga a dar relieve del maximo error o fracaso hasta nuestros días.
De ello, debemos aprender y estar atentos hoy en día. Ya que muchos gobernantes en la historia permitieron que su ira imperase por sobre todas decisiones y terminaron sus días en prisión, en el paredón o en la horca, y otros tantos, permitieron que sus egos y los de sus asesores decidieran erróneamente el rumbo de todos, y en casos como México terminaron hundiéndonos en las peores devaluaciones y crisis económicas.
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En suma, ya sea en el poder político o empresarial debemos evitar a toda costa tomar decisiones a la ligera o en medio de un arranque de pasiones, para no ser parte de la cadena de crasos errores en la historia de este país.