En las últimas décadas, la calidad de la educación ha sido un tema muy relevante, no solo en la política educativa, sino también en la actualidad nacional: madres y padres, medios de comunicación, partidos políticos; todos, hablan y discuten sobre el mismo.
Pero, ¿a qué se refiere el término calidad de la educación?
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Comencemos por el principio. El término calidad proviene del mundo empresarial, y generalmente es entendido como el conjunto de características cualificables de un producto o servicio en términos de la satisfacción del cliente; en el ámbito de la política educativa, la consideración de la calidad como una nueva prioridad nace de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), cuando en 1983, en conferencia patrocinada por países miembros, ministros de educación comunicaron que la calidad de la educación sería prioritaria en las siguientes décadas, sin embargo, ahí comenzaría una controversia, ¿a qué se referían con calidad de la educación? No lo sabemos.
Posteriormente, en el informe Escuelas y calidad de la enseñanza, se menciona que el término calidad “significa cosas diferentes para distintos observadores y grupos de interés” (OCDE, 1991:21). Tal definición lleva a pensar que el término es polisémico, porque dependería de quién lo define, o para qué se emplea, o también podríamos pensar que no hay un concepto universalmente válido en todos los países.
El concepto de la calidad de educación en México
En nuestro país, el concepto aparece durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando comienza una constante comparación entre potencias económicas europeas y asiáticas, que sitúan en un lugar privilegiado el tema de la calidad de sus sistemas educativos. Dicha comparación concluye en la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica de 1992 (Anbem) donde se estipula que la educación en México debe ser de calidad, aunque no se define el concepto.
Volviendo al terreno internacional, dada la relevancia del término, otros organismos trataron de explicarlo, tal es el caso de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que define la calidad de la educación como “nivel alcanzado en la realización de los objetivos educativos”; esta definición pareciera involucrar la parte cuantitativa o medible de la calidad educativa.
Años después, la OCDE (2001) ya definía a la calidad de la educación como aquella que: “Asegura a todos los jóvenes la adquisición de los conocimientos, capacidades, destrezas y actitudes necesarias para equiparles para la vida adulta” (p. 59).
Propuesta con bastante aceptación
Una propuesta con buena aceptación fue la formulada por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (Orealc), en la que consideró, a la hora de evaluar la calidad de la educación, retomar dimensiones como el respeto de los derechos, relevancia (impacto social e individual); pertinencia (establece un currículo adecuado a las necesidades individuales de los alumnos), equidad (educación para todos); eficiencia (la que permite el logro de lo anterior con el menor costo posible), y eficacia (que todos los alumnos alcancen los propósitos de aprendizaje) de la educación.
Las anteriores dimensiones de la calidad de la educación fueron retomadas durante la administración de Enrique Peña Nieto, tanto en la reforma a la Ley General de Educación (1993), en su artículo 7º, fracción IV, que establece que la educación de calidad es “…la congruencia entre los objetivos, resultados y procesos del sistema educativo, conforme a las dimensiones de eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad”, como por el extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), donde queda reducida a la simple evaluación de estudiantes a través de pruebas estandarizadas como Enlace y Excale, ambas con resultados muy cuestionables.
Sin embargo, en la actual administración, van más allá del todavía debatido concepto y se perfilan de calidad de la educación a un término nuevo: educación de excelencia.
Tanto en el recientemente reformado Artículo 3º de nuestra Carta Magna, como en la nueva Ley General de Educación (2019), se establece que la educación en México “Será de excelencia, entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad”.
Concluyendo, ambas definiciones, la de Peña Nieto y la de Andrés Manuel López Obrador, nos remiten a la premisa de que la calidad es un concepto polisémico (¿quién lo define?, ¿para qué se emplea?). En el primer caso, el término responde a las políticas neoliberales imperantes en aquel período.
En el segundo caso, se tiene una definición progresista de la calidad de la educación, que va en consonancia con las necesidades reales del país y también con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible propuesta por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (respeto por la dignidad humana, interculturalidad, cuidado del medio ambiente y de la naturaleza, cultura de paz y compromiso social, responsabilidad social, etc.).
Referencias bibliográficas
DE PUELLES Benítez, Manuel (2010). “Calidad, reformas escolares y equidad social”, en: M. Santos (ed.) Políticas Educativas y Compromiso social. El progreso de la equidad y la calidad. Editorial Octaedro, Madrid.
DOF (11/09/2013). Ley General de Educación. México. Recuperado de: https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/abro/lge_1993/LGE_ref26_11sep13.pdf
DOF (30/09/2019). Ley General de Educación. México. Recuperado de: https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGE.pdf
OCDE (1991), Escuelas y calidad de la enseñanza. Informe internacional, Barcelona, Paidós.
OCDE. (2001) Schooling for tomorrow: Trends and scenarios. París (Francia): CERI-OECD.
UNESCO (s. f.). Tesauro de la UNESCO. Consultado el 29 de mayo de 2023. https://vocabularies.unesco.org/browser/thesaurus/es/page/concept90