En los últimos días, los dos institutos políticos han dado de qué hablar, pero ello solo ha servido para recordar la crisis que atraviesan debido a las malas decisiones tomadas por quienes los han dirigido y siguen dirigiendo.
En el caso del PRI, el reciente nombramiento de Cora Amalia Castilla Madrid, por segunda ocasión, como dirigente estatal, aparentemente fue bien recibido, principalmente por la vieja guardia: exgobernadores, exdirigentes y algunos políticos en activo.
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Sin embargo, detrás de este movimiento hay diferencias y una ruptura. Si no, que le pregunten al único diputado plurinominal priista, Filiberto Martínez Méndez, quien estaba perfilado para dirigir el partido, pero fue hecho a un lado por no estar comprometido ni prestarse a intereses ajenos al PRI.
No es difícil adivinar que detrás de Castilla Madrid está la figura del ex gobernador Félix González Canto, pero eso no será suficiente para rescatar al partido.
Todavía cuesta trabajo creer que un instituto que gobernó Quintana Roo como estado desde 1975 hasta 2016 hoy esté solicitando apoyos en especie para pintar la sede principal del PRI.
Lo más preocupante es que en los discursos de Cora Amalia Castilla Madrid se nota la falta de estrategias e ideas para recuperar al priismo en la entidad y, mucho menos, para hacerlo crecer.
Hasta 2016 había cerca de 100 mil militantes, y la última cifra proporcionada del padrón es de cinco mil. Como muchos ya abandonaron las filas, la dirigente estatal se sacó de la manga que la campaña de afiliación comienza desde cero, según para que se registren quienes estén verdaderamente comprometidos.
Cora Amalia Castilla dice tener el entusiasmo como su principal herramienta, pero no es lo mismo presidir el PRI de 2009 a 2011, en el gobierno felixista, que estar al frente ahora ante un aplastante Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Antes manejaban decenas de millones de pesos en prerrogativas; hoy, apenas cinco millones 400 mil pesos.
El PAN atraviesa una situación similar, aunque los enfrentamientos internos son más intensos. El pleito entre los grupos del secretario general Germán González Pavón y la ex senadora Susana Martínez Cárdenas contra la dirigente estatal Reyna Tamayo Carballo sube cada vez más de tono.
El botín es la presidencia del blanquiazul y los ocho millones 830 mil pesos de prerrogativas que ejercerá el partido en 2025, además de los dividendos políticos que otorga el cargo.
Reyna Tamayo ha señalado que renunció a su sueldo, pero no le va mal como diputada. Atiende intereses ajenos al partido y es acusada por Germán González de someterse a Morena y de no saber llevar las riendas del instituto político.
Por su parte, Tamayo Carballo acusa a Germán González de cobrar hasta 90 mil pesos en viáticos y a Susana Martínez de recibir sueldos excesivos. La molestia contra ella, asegura, es por haberles retirado esos beneficios.
El PAN solo cuenta con dos diputados plurinominales como cargos relevantes en el escenario político y algunos regidores.
Actualmente, carece de estrategias y rumbo para proyectar resultados positivos en el próximo proceso electoral ordinario en el estado. Las acciones internas del partido están marcadas por el divisionismo y, lejos de alcanzar la gloria que tuvo durante el gobierno de Carlos Joaquín —a quien, por cierto, consideran traidor—, se encuentra estancado.
El padrón de militantes de este instituto es actualmente incierto. El último dato alcanzaba apenas los cuatro mil afiliados.
Payo Obispo
El PRI y el PAN van camino a perder sus registros en el proceso electoral de 2027. Los líderes venden la idea de que solo atraviesan una crisis y que se encuentran en un proceso de renovación, pero siguen colocando en los puestos de mayor jerarquía a los mismos de siempre: aquellos que, con sus malas decisiones, han hundido a sus institutos y abandonado los objetivos partidistas.

