En las últimas semanas, en las posadas y los festejos de la época navideña que estamos transitando, hemos escuchado un sinnúmero de comentarios respecto a que se utilizan personajes no tradicionales o extranjeros para celebrar la Navidad. Uno de ellos, el más controversial para los tradicionalistas y más aún para los nacionalistas, es Santa Claus.
Esta historia no es nueva, y no es exclusiva de los festejos navideños que se realizan a lo largo y ancho del país, ya que, desde mi infancia, mi madre en su papel de nacionalista con una fuerte vena de izquierda en ese entonces nos prohibía cualquier referencia al personaje de barbas y ropas rojas que repartía regalos a los niños en su trineo, argumentando que era gringo, así que mis hermanos y yo solo conocimos a los Reyes Magos.
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Sin embargo, hoy que las críticas escalan la escena familiar para convertirse en ataques con tintes políticos en Quintana Roo, creo que se genera un escenario propicio para poder discutir acerca de los orígenes de la Navidad, el arbolito de Navidad, de Santa y de los Reyes Magos.
De inicio, podemos considerar un primer antecedente a festividad nórdica o vikinga del Yule, que comienza con el solsticio de invierno y que celebra el triunfo de la vida sobre la muerte, en donde incluso se colocaba bajo los techos un árbol que recordaba el Gran Fresno de cuyas ramas penden los Nueve Mundos, incluyendo el de los hombres, dentro de la cosmovisión nórdica.
En algunas tierras se sacrificaba una cabra, y para los pueblos del norte como Finlandia esta cabra se encarnó en un anciano que traía regalos llamado Joulupukki (cabra de Yule), más conocido por todos nosotros como Santa Claus o Papá Noel.
Para lo romanos, representaba la muerte del Sol (la Saturnalia), con la noche más larga del año, y evidentemente el “Sol Invicto”, ya que para los paganos la principal deidad era el Sol, aun cuando el calendario era lunar. Y todo esto, antes de Cristo.
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Por lo que se refiere a los Reyes Magos, la palabra Mago tiene su origen en la hechicería o en aquellos que saben del conocimiento de la alquimia, y los regalos que se ofrecen, como mirra, incienso y oro simbolizan en distintas tradiciones la resurrección, la alquimia y la vida eterna.
Incluso la rosca de reyes que consideramos una tradición cristiana, es en origen de Roma y muy anterior a Cristo, ya que efectivamente tiene su origen en la Saturnalia romana. Todo ello se unificó en el siglo IV por la iglesia católica, para integrar el paganismo en sus propios ritos para impregnarlos de símbolos cristianos que son posteriores a las celebraciones en sí.
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En este sentido, creo que todos los creyentes de las diversas religiones o ritos existentes, finalmente coincidimos en los mismos ritos paganos de reconocimiento al Sol, y con ello debemos sin duda reconocer a los nórdicos, celtas, egipcios y a los romanos, su persistencia hasta nuestros días.