Susana Rodríguez | R360
CANCÚN, QRoo.- Soy una estudiante universitaria de Comunicación, acostumbrada a estar de aquí para allá en la universidad, estar activa durante todo el día, en clases, en la cabina de radio, en el gimnasio, en fin… Mi rutina universitaria cambió completamente por un virus que se hizo pandemia en muy poco tiempo.
La alarma suena a las 7:00 de la mañana, 8:00 si es el caso. Comienza el día con una clase por videollamada que quizá no sea la mejor, pero de algo ayuda, es el cuarto día de cuarentena, el ritmo de vida que tenía cambió por completo, pues el Covid-19 llegó hace días a México, pero apenas en Quintana Roo, y no me refiero a que literal estoy encerrada con mi familia sin salir ni siquiera a la tienda o a un Oxxo por algo, pero el no ir a la Universidad y a mis clases extra se siente extraño, de hecho me siento más cansada que antes, pero debo acostumbrarme por estas dos semanas que me quedan de clases, ya que las otras dos serán vacaciones… en cuarentena, claro.
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Las redes sociales no dejan de publicar noticias sobre esto, en su mayoría falsas: “No tomen ibuprofeno”, “El coronavirus es un invento del gobierno”, “El coronavirus es usado como arma biológica de prueba en los humanos” y muchas más.
Las personas que no saben identificar información concreta y cierta, entran en pánico y lo noto con familiares que solo creen porque sí en las noticias de Facebook y lo propagan en sus grupos de familia de WhatsApp y en los grupos de los padres del colegio de sus hijos. He intentado hacer que mi madre no haga lo mismo, quiero decir, compartir información falsa y también enseñarle a saber identificarla, pero sé que la preocupación y miedo que nos transmite la sociedad y medios de comunicación es mayor y más fuerte.
Las personas salen a los supermercados a comprar descontroladamente cosas innecesarias, compran de más “por cualquier cosa”. Mis padres salieron al supermercado para comprar huevos, pan, leche, tortillas de harina, y ese tipo de cosas que cualquiera tiene y son fáciles de preparar para comer. Al ingresar al área en donde encontramos el gel antibacterial, alcohol y cubre bocas, no había nada; el pánico de la gente hizo que arrasaran con todo, y de más.
El Covid-19 nos está afectando, sobre todo a muchos trabajadores de Cancún que se dedican al turismo, todos sabemos que Cancún vive de eso, pero nos hemos venido abajo. Lo puedo notar en mi padre.
Él es mayordomo en un lujoso hotel en Bahía Petempich, el hotel Desire. Me ha comentado que hace una semana, en tres días, se cancelaron 100 reservaciones y llegadas al hotel, hasta el día de hoy la ocupación bajó a un 50% (al 19 de marzo) y me cuenta de que baje quizá más, por lo menos a un 30%; pues los huéspedes actuales se están preparando para regresar a su país, ya que están cerrando los aeropuertos. Mi tío Eduardo es otro ejemplo, le dieron una semana de vacaciones adelantada por el Covid-19, y una semana más porque sí.
La vida de todo Quintana Roo y el mundo está cambiando drásticamente, tanto por la economía, el turismo, etc. Pero si nos ponemos a pensar, la cuarentena está ocasionando cambios positivos en el mundo, un ejemplo: los lagos de Venecia están completamente claros porque los turistas no llegan y los animales han regresado para nadar en ellos. En China, el índice de contaminación ha bajado porque fábricas y personas están inactivas y en sus hogares. ¿No será que el planeta está tomando un respiro de todos nosotros? La cuarentena se está encargando de esto, este es su rol.