Staff | R360
El gasto público en seguridad en 2019 es de 239 mil 319 millones de pesos, equivalentes a 0.96% del PIB y a 4% del Presupuesto de Egresos de la Federación. Sin embargo, no refleja la política de seguridad del gobierno federal, ya que, de este presupuesto, 70% es destinado a dos ejes: Fuerzas Armadas en apoyo a la seguridad pública e Impartición de justicia, reclusión y readaptación, mientras que 1.5% se destina a prevención y atención de derechos humanos. Así lo establece un informe del Observatorio Nacional Ciudadano y el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria.
Este informe señala que para identificar las prioridades del Estado en la provisión de seguridad pública, con base en la Ruta del Gasto Público y la definición de la Constitución, se tienen tres objetivos de seguridad: Prevención del delito, Combate al crimen y Justicia.
Del total del presupuesto destinado a Combate al crimen, Fuerzas armadas en apoyo a la seguridad pública absorbe 84% del presupuesto aprobado en 2019. Además, se observa que, en este eje, de 2008 a 2018, el presupuesto ejercido es mayor al aprobado, lo que reafirma la noción de que las fuerzas armadas son la prioridad en Combate al crimen, desde un punto de vista presupuestario. Esto demuestra que la actual administración federal continúa privilegiando el enfoque reactivo sobre el preventivo, pese al presunto cambio de la política de seguridad que discursivamente se ha prometido desde las campañas presidenciales y en la propia Estrategia Nacional de Seguridad Pública aprobada por los Senadores.
En términos de programas presupuestarios, sólo tres de los 44 programas para Justicia concentran 83.2% del presupuesto total: Otras actividades, Administración del Sistema Federal Penitenciario, e Investigar y perseguir delitos de orden federal. En 2019, la prioridad presupuestaria fue Otras actividades, que absorbe 58% del presupuesto total y está a cargo del Poder Judicial. En este programa, 87% de los recursos se destina a servicios personales; en contraste, sólo 10% de los casos resueltos por la Suprema Corte de la Justicia de la Nación son de materia penal.
Uno de los aspectos más preocupantes es el olvido presupuestal de la procuración de justicia. Esta es un área toral para disminuir la impunidad en el país a la luz de las transformaciones institucionales que deben llevarse a cabo para la consolidación del sistema de justicia penal adversarial.
El Plan Nacional de Desarrollo pone énfasis en desarrollar una estrategia de prevención del delito, pero esto no se ve reflejado claramente en el presupuesto de seguridad. Esto se debe a que el gasto para este eje representa 14% del total del gasto destinado a seguridad pública aprobado para 2019 y presenta un recorte de 27% respecto a lo ejercido en 2018.
Aunque este objetivo cuenta con 34 programas, el presupuesto se concentra en uno solo: Operativos para la prevención y disuasión del delito, el cual absorbe 90% de Prevención, protección y fortalecimiento de la seguridad pública. En contraste, Protección civil tiene asignado 0.7% del presupuesto y equivale a 0.8% de los recursos destinados para la reconstrucción de los sismos de 2017.
El hecho de que los operativos concentren el mayor porcentaje del presupuesto de prevención del delito, demuestra que continuamos sin diseñar líneas de acción en esta materia que vayan más allá de la función policial.
Cabe destacar que se observa una atomización del presupuesto federal para seguridad; no obstante, este se concentra sólo en seis programas: uno de prevención del delito, dos de combate al crimen y tres de justicia. Con esta configuración, el gasto público resulta poco eficiente para cubrir las necesidades de la población y atender la crisis de seguridad que enfrenta México. Asimismo, esto demuestra que no hay un verdadero cambio de la política de seguridad implementada por la federación y, por ende, difícilmente se pueden esperar resultados distintos de los obtenidos desde 2008.