La supuesta marcha de la Generación Z del 15 de noviembre es un caso paradigmático de cómo la política contemporánea se libra en el terreno de la percepción digital más que en las calles. Lo que se presentó como un despertar juvenil espontáneo, un movimiento orgánico nacido en las redes sociales, se revela como una operación diseñada, financiada y coordinada desde el extranjero.
El Madrazo sostiene que este episodio no es accidental ni casual: es la muestra de cómo la derecha internacional ha convertido a los jóvenes de la Generación Z en un recurso narrativo, un botín político manipulado para legitimar campañas de desinformación.
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El análisis expuesto en La Mañanera del Pueblo por el director de Infodemia, Miguel Ángel Elorza Vásquez, expone la estrategia: cuentas creadas en 2024; administradores en España, Bolivia y Estados Unidos; sincronización de mensajes; y uso de inteligencia artificial para fabricar imágenes incendiarias.
No se trata de un movimiento ciudadano, sino de un laboratorio de propaganda que busca instalar la idea de una generación rebelde contra el gobierno, cuando en realidad responde a un guion elaborado por operadores digitales vinculados con empresarios y partidos opositores.
El Madrazo advierte que el oportunismo político es evidente. Influencers que no abordaban temas públicos de pronto se convierten en voceros de la indignación juvenil. Ricardo Salinas Pliego amplifica sus mensajes; Vicente Fox y Claudio X. González se incorporan a la narrativa; y comunidades digitales compradas modifican su línea de contenido para sumarse a la campaña.
La autenticidad se sustituye por estrategia: se compra credibilidad, se alquila indignación y se manipula la identidad de una generación para presentar propaganda como protesta.
Estrategias digitales moldean narrativa dirigida a la Generación Z
Aún más grave es la manera en que la tragedia se instrumentaliza. Tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, diversas cuentas sincronizan su discurso y convierten el dolor en combustible político.
El Madrazo señala que este uso de la violencia y la inseguridad como insumo propagandístico no solo es inmoral, sino que erosiona la confianza pública en las movilizaciones legítimas. La indignación real de los jóvenes frente a la inseguridad queda subsumida en una narrativa prefabricada que busca desgastar al gobierno más que atender las demandas sociales.

La presencia de Atlas Network y operadores como Javier Negre, Fernando Cerimedo y Agustín Antonetti confirma que el fenómeno trasciende fronteras. No se trata de un movimiento mexicano, sino de una estrategia transnacional que replica patrones vistos en Perú, Bolivia, Brasil, Argentina y Chile: lawfare, bots, campañas emocionales y narrativas de “libertad individual” que buscan deslegitimar gobiernos progresistas. El Madrazo subraya que México no es ajeno a esta maquinaria global de desinformación y que la marcha de la Generación Z es un capítulo más de una ofensiva internacional contra la Cuarta Transformación.
Operación internacional influye en percepción pública sobre la Generación Z
El costo estimado de más de 90 millones de pesos en apenas dos meses revela la magnitud de la operación. No son jóvenes organizándose con recursos propios, sino una inversión empresarial y mediática destinada a fabricar un espejismo de protesta. El Madrazo afirma que este gasto no busca fortalecer la democracia ni abrir espacios de participación juvenil, sino manipular la opinión pública y construir un relato de crisis permanente.
La postura crítica de este medio es clara: la marcha de la Generación Z es un montaje digital, un producto de la industria de la desinformación que convierte a los jóvenes en fachada de intereses políticos y empresariales. La verdadera movilización juvenil —la que nace de la indignación genuina y de la búsqueda de un futuro distinto— queda invisibilizada por una estrategia que reduce a la generación más conectada de la historia a un instrumento de manipulación.
El Madrazo sostiene que el verdadero “madrazo” no está en las calles, sino en la forma en que se intenta engañar a la sociedad con un espejismo fabricado, un simulacro de protesta que revela hasta dónde puede llegar la derecha internacional para imponer su narrativa.

