Jazmín Ramos | R360
CANCÚN, QRoo.- Ir a poner flores sobre las tumbas de los seres queridos que se adelantaron en el camino es una tradición que da inicio a la celebración del Día de Muertos y en Cancún, donde convergen usos y costumbres de varias estados del país, no es la excepción ofreciendo un mosaico que alude a la visión muy particular que tienen los mexicanos de la muerte.
La fiesta para recibir a los difuntos comienza desde la entrada de los camposantos, ahí un sinfín de tinglados y puestos ofertan desde la tradicionales flores de cempasúchil, nube y terciopelo, hasta veladoras, copal, dulces y una basta gama de platillos típicos, que no solo sirven para decorar las tumbas, sino que son el disfrute de los visitantes.
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Es es el caso del panteón privado Jardines de Paz y el municipal Los Olivos, ambos ubicados en la Región 99, cuya calle principal se convirtió en un fandago: La gente fluye en busca de toda clase de artículos para honrar a sus difuntos. El primero de noviembre se espera la llegada de las almas de los niños y el dos de noviembre, la de los adultos.
Previo a la festividad, inició la limpia de tumbas, algunos familiares pasan prácticamente todo el día en el cementerio, hacen una especie de día de campo; comienzan a llegar los músicos, quienes ofrecen sus cánticos para alegrar el convivio de los vivos y los muertos.
Ya al languidecer el sol aumenta el flujo de visitantes y es en el panteón Los Olivos donde hay más concurrencia. Ahí las autoridades municipales prepararon un festival denominado “La Cena de las Ánimas”, en el cual participaron cantantes y músicos locales, así como catrinas y hombre en zancos caracterizados de la muerte.
La Cena de las Ánimas.
La entrada del cementerio fue decorada con tendidos de papel picado y luces de colores, hay gallardentes con pinturas de catrinas. Todo es fiesta, los visitantes se sacan la foto del recuerdo, mientras que los más tradicionales rezan el Santo Rosario al pie de las tumbas de sus seres queridos alejados de la verbena popular.
La entrada del cementerio fue decorada con luces y papel picado.
De esta forma inicia el Día de Muertos, una celebración de origen prehispánica que con el paso del tiempo se mezcló con la religión, rituales, cantos, música y folklore, destacando la caracterización de catrinas, que no reflejan tristeza, sino que celebran a la muerte.
Es más, con la festividad “La Cena de las Ánimas” en el panteón Los Olivos, los cancunenses dieron rienda suelta su creatividad con un desfile de brujas, santos y muertos vivientes, con lo cual la celebración de El Día de Muertos refleja tintes paganos.
Entrada al panteón Los Olivos.
Pero más allá de la fusión de usos y costumbre de una población netamente migrante, la esencia prevalece: Festejar a los muertos, cuyas almas regresan del inframundo para visitar a sus seres queridos.
Festejar a los muertos recordándolos.
El festival da comienzo, los cantantes locales deleitan a los visitantes, también hubo, zanqueros y mojigangas. Una verdadero fandango que es aromatizado con incienso y copal.
En sí, el primero de noviembre, el festejo está dirigido a los muertos menores, aunque en un recorrido por las tumbas son pocas la que se pueden hallar a simple vista, pues la mayoría de los niños difuntos suelen ser sepultados en criptas de familiares donde descansan abuelos, tíos y parientes cercanos.
Algunos visitantes todavía conservan la tradición de llevar juguetes o globos para recibir el alma de los menores, que hoy regresan a casa guiados por el olor de la flor de cempasúchil y el copal, así como las luces de las velas que alumbran su camino.
Decorar las criptas con lo que le gustaba al difunto.
La celebración se extiende ya entrada la noche para comenzar con los preparativos de los fieles difuntos el 2 de noviembre, cerrando un festejo más del Día de Muertos; una celebración que en el año del 2003 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura declaró como “Obra maestra del patrimonio cultural de la humanidad”.
