Los recientemente publicados resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes 2022 (PISA), que colocan a México en el lugar 51 de entre 81 participantes han causado múltiples críticas, y justo esas críticas son el resultado de centrar la atención en la parte menos relevante de una evaluación estandarizada: datos aislados.
Los resultados de una evaluación como la que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) involucra cuestionamientos básicos que hay que tomar en cuenta a la hora de emitir una juicio sobre los resultados de la prueba PISA: ¿Qué se evalúa?, ¿por qué se evalúa?, ¿para qué se evalúa?, ¿qué se puede hacer con esos resultados?
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Desde la década de los 80, cuando se transpola del mundo empresarial al ámbito educativo el concepto de “calidad” y surge la necesidad imperiosa de organismos internacionales de “medir” esa calidad a través de pruebas estandarizadas, surge el primer error.
Quienes han estado frente a grupo, como profesores, pueden constatar que responder a un examen no revela los conocimientos y/o habilidades de los alumnos.
Para realmente conocer el desempeño de un alumno es necesario realizar otro tipo de evaluaciones, como la prueba PISA, que implican el uso de diversas estrategias, la más importante, a mi parecer, la observación del profesor.
Los profesores, esas personas que pasan buena parte del día cerca de sus alumnos, que los ven trabajar, interactuar, resolver, comunicarse, expresarse, son quienes de verdad pueden informar sobre los aprendizajes de sus estudiantes.
¿Qué mide entonces una prueba diseñada en un país lejano, por personas que no conocen a los alumnos, su contexto, necesidades, lenguaje, etc.?, ¿qué mide PISA? PISA mide indicadores, es decir, “un elemento informativo de carácter cuantitativo, sobre algún atributo de una realidad, orientado a servir de fundamento para elaborar juicios sobre ella” (Pérez; 2002: 62).
Lo que mide son simplificaciones de una realidad muy compleja, sí dan una idea del fenómeno –y más considerando que solo evalúan 3 áreas: lectura, matemáticas y ciencias-, pero no el fenómeno en su totalidad.
La evaluación PISA
¿Por qué se evalúa? Como lo expresaba líneas arriba, pruebas como PISA son el resultado de esta corriente internacional de evaluación que adopta una concepción economicista de la educación en donde ésta es vista como una inversión de la que hay que exigir resultados tangibles, en consecuencia, la calidad de la educación se vuelve sinónimo de rendimiento escolar, el cual ha de medirse cuantitativamente a través de pruebas estandarizadas.
¿Para qué se evalúa? Una buena evaluación debe realizarse para conocer, para comparar, para estimular, sin embargo, en nuestro país los objetivos parecieran desviarse.
En México, y en otros países, es innegable el interés de los gobiernos en la educación, principalmente por las relaciones entre los sistemas educativos y los sistemas productivos, pero también porque este tipo de evaluaciones y sus resultados pueden usarse para refrendar una política educativa o por el contrario, como una crítica de la misma, esto depende de los intereses prevalecientes en cada momento.
¿Qué se hace con los resultados? Los resultados siempre deben revisarse con cautela porque su publicación acarrea polémicas de tipo político que son usadas, comúnmente, con fines electorales.
Los resultados tampoco deben usarse para establecer comparaciones entre territorios dentro de un mismo país, dada la naturaleza diversa del territorio mexicano. Y sobre todo, estos resultados no reflejan la realidad de los estudiantes que al ser evaluados no se toma en cuenta sus condiciones físicas, psicológicas, emocionales, académicas, económicas y culturales, por lo tanto, estos resultados deben verse con reservas y ser considerados como un acercamiento a la realidad, no como la realidad misma.
Un sistema de evaluación que de verdad tienda a mejorar la educación no debe reducirse a pruebas, pero sí incluirlas, siempre y cuando atiendan a la diversidad de la población y el entorno de las escuelas; también debe establecer estrategias de mejora diversas, a largo plazo y con esfuerzos sostenidos, y lo más importante, alejarse de la lógica neoliberal de la educación como inversión donde el rendimiento escolar o la adquisición de conocimientos y habilidades desplazó al desarrollo de la personalidad del alumno y la adquisición de valores para la ciudadanía, ambos, necesarios para el progreso social.
Pérez Iriarte, J.L. (2002). Indicadores para políticas educativas de calidad en España. Informe educativo 2002: la calidad del sistema educativo (60-82). Fundación Hogar del Empleado. Centro de Investigación para la Paz.