En 2018 un amplio segmento de la clase social más desposeída en México votó a favor de una propuesta que le ofrecía un cambio de fondo, pese a la encarnizada campaña mediática que desplegó la oligarquía para desprestigiar y socavar un proyecto social que no solo está representado por un solo hombre. El 2023 verá a los mensajeros de esa oligarquía con más vigor, con todo el despropósito, respaldo y la fuerza de los medios, cuyos dueños, las familias más adineradas del país, están luchando por recuperar privilegios perdidos en la era de la 4T.
Para el periodismo, el periodo neoliberal (1982-2018) ha significado un retroceso de magnitudes incalculables. Puso fin a la aspiración de ser equilibrio entre los poderes legalmente constituidos y fortaleció su vasallaje al servicio de intereses aviesos. En ningún otro periodo de la historia se ha visto a tantos periodistas domados por la fuerza de la “mano invisible” de la economía, ni tampoco la negra cifra de comunicadores asesinados, la mayoría de medos independientes.
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Durante ese periodo, el foco de insurrección contra los poderes legítimos y fácticos, las redes sociales, fue amenazado con el brazo de leyes que no prosperaron sobre todo en las gestiones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, y le dio una fuerza que hasta hoy ha desestabilizado al poder mediático.
Pero por desgracia, con las redes sociales se creó otro poder concentrador en manos de unos pocos, de los gigantes informáticos. Es la versión 2.0 de los medios tradicionales, del llamado cuarto poder, aunque más abierto a la crítica y con más penetración gracias a la expansión de Internet.
Las “benditas redes sociales” han articulado movimientos importantes en el mundo, como la Primavera Árabe y se han contrapuesto al establishment de los medios tradicionales, que hasta hoy no salen de su crisis de credibilidad y económica.
Han impuesto su modelo de negocios y han enviado al modelo de los medios tradicionales a la lona. Ahora, además de la publicidad que alimentaba a la televisión, radio, periódicos y revistas, disputan los millonarios presupuestos de publicidad oficial.
Y ahí es donde la 4T hirió a las familias Azcárraga, Salinas, Vargas, Aguirre y Vázquez Raña, entre otras; les cortó el presupuesto oficial del cual gozaron en todo el periodo neoliberal y desde antes. Pero de igual forma, privilegió a otras familias pudientes, dueñas de medios que ahora son aliadas de la 4T, lo mismo que hacieron el PRI y el PAN en su momento.
El futuro de la oligarquía y sus medios
Lo que se juega este 2023, definitorio para el futuro político del país y previo a la elección presidencial de 2024, es la lucha de esas familias contra un proyecto de centro-izquierda. El motivo de esta batalla, si bien es económico, lo es ideológico. Hay una guerra de clases sociales abierta, lo que la derecha denomina como el “México dividido”.
El 2022 fue un laboratorio en el que el poder mediático mostró que está dispuesto a regresar como sea, usando a sus otrora periodistas y ahora voceros, en proyectos como Latinus, por citar un ejemplo, financiado por lo que el medio independiente Contralínea llamó el “clan” del político tabasqueño Roberto Madrazo Pintado y al que considera como “plataforma de desinformación”.
Desde ahí están saliendo las principales “investigaciones periodísticas” contra la 4T, la última, el presunto plagio de tesis de la magistrada Yasmín Esquivel, que tuvo como resultado que la juez no fuera electa presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La desinformación será el sello de los medios tradicionales o mejor dicho, de las pocas familias que los detentan, quienes seguirán utilizando a los “periodistas” que en los gobiernos del PRI y luego del PAN, fueron “voceros del oficialismo” y ahora, críticos que encabezan bulos contra el primer gobierno de izquierda en la historia de México.
En 2023 veremos en endurecimiento de campañas mediáticas que tendrán como objetivo debilitar ante el electorado a los candidatos presidenciables de Morena, que asegurarán la continuidad del proyecto social de la 4T. Ya se está viendo con el accidente en la línea 3 de metro, el sábado, con el linchamiento mediático contra la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheiunbaum Pardo.
El equilibrio estará en los medios independientes, que poco a poco se han posicionado gracias al poder de las redes sociales. Medios que están combatiendo la desinformación con proyectos sólidos de verificación, así como con investigaciones como las que están generando alianzas como la de Periodistas de a Pie. Ahí está el futuro y la supervivencia del oficio del periodismo, con un enfoque no sumiso, neutral, que rescata valores esenciales como estar al servicio de la gente, informar con veracidad y buscar la verdad en donde quiera que esta se encuentre.