César Muñoz | R360
A pesar de que el Continente Americano fue el último en la expansión de Covid-19, los gobiernos no aprendieron de la experiencia del Continente Europeo. De nada sirvió el “colchón” que se tuvo, mientras la pandemia se extendía lejos, muy lejos de nuestro suelo.
Ahora, con la segunda oleada del virus, los gobiernos responsabilizan a la sociedad civil de ser la causante de los rebrotes que saturan con decenas de enfermos los hospitales del sector público y no asumen la mala información que enviaron a la población al pasar de un semáforo a otro. Hubo improvisación más que estrategia para contener el virus.
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Se pidió a la población un sacrificio mayúsculo: renunciar a su economía para mantener aislado al virus; se decretó confinamiento total por más de dos meses y la mayor parte de la sociedad civil respondió con civilidad y organización. Ciertamente una minoría se rehusó a acatar una disposición general, pero una mayoría entendió lo que estaba en juego, además de la salud y la propia existencia.
Hoy, con la segunda oleada del virus, en una disputa política y de no asumir las consecuencias, el Gobierno de México y los gobernadores se responsabilizan unos a otros, del fracaso monumental que ha sido la estrategia de contención del virus. Un fracaso que se percibió desde que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, minimizó los primeros contagios; desde que el estratega federal, Hugo López-Gatell, rechazara el uso del cubrebocas como medida preventiva, y ahora en sus conferencias recomienda su uso.
En Quintana Roo, fracasó la “estrategia” de tener preparados los hospitales para la pandemia. El discurso oficial presumía la gran capacidad del sistema hospitalario, dos meses después, colapsado, igual que en el resto del país. López-Gatell excusándose en la comorbilidad que agrava la enfermedad, en la ausencia de políticas nutricionales en la población y hasta en la ruinosa infraestructura de Salud que recibió la Cuarta Transformación. Carlos Joaquín, presumiendo entrega de más de un millón de despensas.
Mientras en el discurso, el Gobierno de México sigue “confiando en el comportamiento admirable de la población”, los gobiernos de 21 estados obligan a sus habitantes al uso del cubrebocas; a la restricción de la movilidad; a un confinamiento al que la economía doméstica ya no resiste más. Las restricciones se oficializan en los periódicos oficiales, en franca violación a la Carta Magna, pues ninguna constitución o reglamento local puede estar por encima de ella.
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Los gobiernos no han asumido que fallaron desde la forma de comunicar y de realizar campañas que penetraran en la conciencia de la población. Las pocas campañas que vimos, con tonos dramáticos, siempre haciendo responsable a la gente. Los gobernadores y el Gobierno de México agotaron el modelo de comunicación al salir a cuadro, en un modelo ineficaz que no tomó en cuenta la verdadera necesidad de la gente: el futuro económico.
Ningún gobierno ha entendido que la sociedad civil se puede organizar, como lo ha hecho en los desastres naturales. Se asumió como el centro de las decisiones, sin tomar en cuenta la voluntad popular y de organización de la gente.
El pueblo mexicano es admirable, tiene una voluntad a prueba de todo; ha sobrevivido a gobiernos nefastos o incompetentes. Pero en esta pandemia, necesita a políticos articuladores, con estrategia, que sepan conducir los esfuerzos de una sociedad civil que sabe responder con responsabilidad.
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La actuación de una minoría de personas, que considera que el Covid-19 es una conspiración mundial o una invención, no es representativa, como sí lo es la de una mayoría que está saliendo a las calles no por capricho, sino para buscar su sustento.
Ahora la estrategia será punitiva por parte de gobiernos locales y de verborrea, de parte del Gobierno de México, ambas posturas, irresponsables ante el tamaño de la crisis que está por venir y para la cual no hay un plan visible.