Un largo y tenso proceso para decidir por encuesta a los nueve coordinadores de Morena por la Defensa de la Cuarta Transformación que en realidad serán los candidatos a nueve gubernaturas que estarán en disputa en 2024 desnudó en el caso de la Ciudad de México, la lucha entre el poder de quien será la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, y la base más dura del partido oficial, los morenistas puros.
La narrativa opositora, que sólo está en la superficie cuando hace referencia a Morena, ha querido sembrar la idea de que en las decisiones que se tomaron el sábado, pesa el dedazo presidencial; nada más equivocado, aunque conveniente para tratar de restarle fuerza a la candidatura de Sheinbaum Pardo, en momentos en que la de Xóchitl Gálvez Ruiz, la aspirante de esa maraña de intereses personales llamado Frente Amplio por México, está debilitada, como reflejo del desgaste de la mercadotecnia que exige más recursos económicos para sostenerla hasta los comicios de 2024.
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Entre quienes conforman la corriente pura del morenismo, se encuentra la senadora y secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, Mora y el diputado Héctor Díaz Polanco, entre muchos otros.
Ninguno ha militado en otro partido político y que los asemeja con Sheinbaum Pardo, quien tampoco ha militado en otro partido político fuera de Morena. Lo que los une, es su casa de estudios, la UNAM, de donde han surgido parte de los mayores movimientos sociales y progresistas del país.
Los puros no vieron con buenos ojos la propuesta de Omar García Harfuch a la CDMX. Los logros del jefe policiaco en la capital del país en materia de seguridad no fueron suficientes para atraer la simpatía de ese sector del morenismo, plenamente identificado con la intelectualidad de la izquierda y abiertamente contrario a que un alto ex mando policiaco ocupara la silla de la jefatura de gobierno de la CDMX.
Bastión de Morena
Desde que en 1997 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fuera electo en la Ciudad de México, la izquierda por fin encontró un bastión que ha servido de punta de lanza para el desarrollo de sus políticas sociales como la legalización de derechos de grupos vulnerables; el apoyo con recursos públicos a sectores olvidados y desprotegidos por el neoliberalismo; el auspicio a la educación pública; el desarrollo cultural de barrios, colonias y demarcaciones; el no olvido de los actos de gobiernos del pasado que concluyeron con el asesinato y la desaparición de hombres y mujeres, ente muchas otras.
Para los postulados, historia y trayectoria de la izquierda, la candidatura de García Harfuch era un insulto a la mayoría de esos ideales.
Proponer a un hombre sin ropaje ideológico, sin militancia en la izquierda, sin trayectoria de lucha social, enfrentó a Sheinbaum Pardo con el ala pura de Morena e incluso con la prensa independiente que simpatiza con la jefa de gobierno con licencia de la CDMX.
El acto en el Estadio Azul, en el que Sheinbaum Pardo canceló su participación ante la baja asistencia, a sólo siete días de que Morena estuviera por anunciar los resultados de la encuesta para los nueve coordinadores de la Defensa de la Cuarta Transformación, fue una muestra de poder por el descontento de los puros, que se solucionó a medias días después en un mitin de desagravio en la Arena México –Morena tuvo que recorrer al 10 de noviembre la difusión de los resultados de la encuesta-.
El sábado en la madrugada culminó solo un episodio entre las diferencias de los morenistas puros y la virtual candidata de Morena y sus aliados a la Presidencia de la República y es sin duda una primera lección para la vieja forma de hacer política, que tiene al neopresidencialismo como su eje rector, fenómeno que se ve también en la izquierda, en menor escala, con el poder de los gobernadores.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha distanciado de ese neopresidencialismo, cuyo último hijo fue Enrique Peña Nieto. El primer Presidente de izquierda de México, sin embargo, ha sustituido el protocolo presidencial por rituales que le han dado un amplio capital político entre la clase social más desposeída de nuestro país.
La entrega del bastón de mando, por ejemplo, de parte del Presidente a Claudia Sheinbaum Pardo tiene un significado mucho más profundo que endosarle al mismo Andrés Manuel López Obrador la continuidad del poder presidencial. Es acaso una nueva visión de un poder menos vertical y más horizontal, entre la próxima presidente y su partido político. Y eso solo la izquierda unida en lo esencial lo puede lograr.