Influenciado fuertemente por Slavoj Zizek, quien se define como un pensador heterodoxo de la izquierda, me di a la tarea de tratar de desmenuzar una de sus obras denominada “En defensa de la intolerancia”, en la que expone teorías de su disruptivo pensamiento crítico del socialismo clásico y corrompido de la Nomenklatura, al que denomina como oligárquico, y la transición de la Alemania (RDA) y de la Polonia, del socialismo utópico al que denomina como un sistema de “postpolítica” rumbo a una izquierda progresista.
En dicha obra, el autor expresa con claridad distintos tipos de política, con la que se da vida al Estado, en la que forzosamente la política debe darse sustento con la voz de los sin voz, con la voz de los excluidos en el socialismo utópico, de la voz de los que no fueron tomados en cuenta como los obreros polacos y alemanes que protestaron en contra de la aristocracia oligárquica que se generó de la Nomenklatura corrompida.
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Esta rebelión de quienes, en teoría, de conformidad con el marxismo implantado en el socialismo utópico, debería de sostenerse con la fuerza de la clase obrera, de los oprimidos, de los trabajadores polacos o alemanes, dio un giro de 180 grados para situarse en el mismo lugar en el que inició: la lucha de clases.
La única diferencia fue que la opresión no la ejerció la aristocracia oligárquica de la monarquía eclesiástica, sino que la ocasionó el órgano socialista de gobierno, la Nomenklatura, que al igual que la monarquía, fue corrompida y transmutada en una oligarquía aristocrática.
En este sentido, derivado del cambio de rumbo en la cortina de hierro, se comenzó a explorar una nueva forma de gobierno que Zizek define como la “postpolitica” de la siguiente manera:
“En la postpolítica, el conflicto entre las visiones ideológicas globales, encarnadas por los partidos políticos que compiten por el poder, que sustituido por la colaboración de los tecnócratas ilustrados (economistas, expertos en opinión pública…) y los liberales multiculturalistas: mediante la negociación de los intereses se alcanza un acuerdo más o menos universal.”
En este sentido, ese nuevo pacto social requiere de dejar a un lado las viejas polarizaciones ideológicas antagónicas de izquierda-derecha, conservadores-liberales, tecnócratas-multiculturalistas, chairos-fifís, para dar cabida a la integración de los expertos (tecnócratas) para resolver el conglomerado de problemas sociales a través de la efectiva atención y deliberación con los diversos grupos sociales, con la gente, con el pueblo.
Zizek, hace una semejanza un poco esta “postpolítica” al famoso “New Labour” de Bill Clinton en Estados Unidos, que pugnaba por abandonar las posiciones ideológicas radicales para aplicar únicamente “las buenas ideas, vengan de donde vengan”, lo que coloca esta política a la par del lema de Deng Xiao Ping en China, que rezaba: “Poco importa si el gato es blanco o rojo, lo que importa es que cace ratones”.
Superar el adiestramiento ideológico
En este orden de ideas, como país en busca de nuestro desarrollo económico, político y social, aún tenemos que vencer varios fantasmas que viven en la habitación oscura de nuestro subconsciente político, emanado de la ignorancia colectiva con la que durante generaciones fuimos adiestrados en un país que fue ideológica y políticamente secuestrado por una oligarquía partidista.
Hoy, en México tenemos la oportunidad histórica de replantear nuestro destino, de definir desde la cúpula gubernamental si queremos repetir el fracaso de la Nomenklatura europea apostando por una mayor división ideológica, o retomamos la propuesta de Zizek con la “postpolitica” resumida en China y en Estados Unidos con éxito y dejar de ver a la política como el arte de lo posible, para hacer de ella el arte de imposible.
Solo así evitaremos que este cambio de régimen funcione y no se vuelva uno más, en el que, como dije Joaquín Sabina, “la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido…”