CHETUMAL, QR.- Jorge y Antonio son trabajadores de uno de los cementerios de la ciudad. Uno crema hasta 30 cadáveres al mes, lo que lo llevó a soñar con muertos, y el otro, construye en promedio 15 tumbas, y confiesa que ha escuchado ruidos durante la obra.
Jorge Andrés Rodríguez Jiménez es un joven que labora desde hace tres años en el panteón Campo del Recuerdo, pero desde hace dos que su labor incluye los trabajos de cremación, como parte del servicio que ofrece el mismo camposanto.
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Afirma que actualmente este servicio ha bajado, pues ha surgido competencia por parte de otras empresas funerarias.
Desde hace cinco días que no realiza ninguna cremación, aunque ayer a las 16:00 horas se tenía programada una.
Sonriente asegura que su trabajo no le asusta, aunque al principio sufrió pesadillas.“Soñaba que estaba enterrando gente que estaba viva, que los destazaba, según yo en mi sueño”.
No se trataba de miedo, confiesa, sino su sueño era producto de su actividad laboral.
Jorge Andrés ha cremado en un mes hasta 30 cadáveres y en un día el número más alto ha sido de cuatro. El horario es variable: puede ser en la mañana, tarde, noche o madrugada.
“Me ha tocado cremar cuerpos de adultos, jóvenes, niños y hasta fetos”, confiesa.
Mi labor es encargarme de verificar la cremación, junto con otra persona. El personal de la funeraria se encarga de meter el cuerpo en el horno.
Luego de dos horas, cuando el cadáver se ha quemado completamente, lo pasa a la trituradora, después lo mete la urna y finalmente se le entrega a la familia.
Este trabajo no le pareció bien a sus familiares al inicio, no obstante, dijo que ya se acostumbraron pues es el único lugar donde pudo conseguir empleo, que de paso aseguró, le gusta.
El constructor de tumbas y bóvedas
Antonio Manuel Durán Tec, es otro de los empleados del cementerio. Junto con cuatro compañeros más, se dedica a la construcción de bóvedas o tumbas, además del mantenimiento, limpieza y actividades de exhumación e inhumación, cuando es requerido.
Tiene apenas un año laborando en el panteón y como con Jorge Andrés, su familia no quería que trabajara en el sitio, más que por temor o espantos, por alguna infección o enfermedad que fuera a contraer por su labor.
Llegó a su empleo a causa de la pandemia por Covid-19 y desde entonces se ha acostumbrado a sus actividades cotidianas en el camposanto.
Dijo que no ha temido por ninguna aparición o que no se ha llevado un susto por alguna entidad paranormal, aunque confesó que ha escuchado ruidos en ocasiones durante sus labores, pero ha hecho caso omiso.
Él aplica las enseñanzas de su padre: “no hay que tenerles miedo a los muertos, sino a los vivos, esos sí te pueden lastimar”.
Ayuda también el hecho de que trabaja durante la mañana y la tarde, por lo que nunca se ha quedado durante la noche.
Su trabajo principal es la construcción de tumbas; al mes con la ayuda de sus compañeros edifica en promedio cerca de 15. También realiza actividades de mantenimiento y el sellado de bóvedas, una vez que han sido depositados los cadáveres que llegan al camposanto.
También hace labores de limpieza y se gana un recurso extra rehabilitando las bóvedas que le solicitan las familias que tienen a sus difuntos “descansando” en el lugar.
Como cualquier otro, considera que su trabajo es digno y es una forma de salir adelante por su familia, más ahora que hay mucha gente desempleada.