La identificación de huracanes con nombres propios no responde a decisiones arbitrarias ni a usos culturales aislados. Desde hace décadas, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) coordina un sistema internacional para nombrar tormentas tropicales y huracanes en distintas regiones del planeta, con el objetivo de mejorar la comunicación entre meteorólogos, autoridades y población durante situaciones de emergencia, de acuerdo con Excélsior en la edición del 18 de junio.
Cada año, antes de que inicie oficialmente la temporada de huracanes, la OMM aprueba listas de nombres que serán utilizados conforme los fenómenos naturales se desarrollen. Estas listas, elaboradas por comités regionales, incluyen nombres en español, inglés y francés, según los idiomas predominantes en las zonas afectadas.
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OMM elimina nombres de huracanes por daños graves
En el caso de México, se emplean nombres correspondientes a la cuenca del Pacífico Nororiental y del Atlántico, según la ubicación del fenómeno, como explicó Expansión en la edición del 8 de octubre.
Un sistema ciclónico recibe nombre una vez que evoluciona de depresión tropical a tormenta tropical, es decir, cuando sus vientos sostenidos superan los 63 kilómetros por hora. A partir de ese momento, se incorpora al listado oficial y se sigue un orden alfabético establecido, alternando nombres masculinos y femeninos.
Las listas se repiten cada seis años, salvo cuando algún nombre es retirado por haber estado asociado a consecuencias humanas o materiales graves, como ocurrió con los huracanes Gilbert (1988), Pauline (1997), Patricia (2015) y Otis (2023), este último tras impactar Acapulco con fuerza devastadora, según Excélsior en la edición del 18 de junio.
El procedimiento para retirar un nombre puede iniciarlo cualquier país afectado, pero debe ser aprobado por el comité correspondiente de la OMM. Cuando esto ocurre, se sustituye por otro nombre con la misma inicial, como sucedió en 2014 cuando México solicitó eliminar de la lista los nombres Ingrid y Manuel, que fueron reemplazados por Imelda y Mario, según Expansión.
Además del orden alfabético y la alternancia de género, las listas no contemplan ciertos caracteres como Q, U, X, Y y Z, debido a la escasez de nombres comunes que comiencen con esas letras. Este detalle busca evitar confusiones y mantener una nomenclatura operativa que facilite la cobertura mediática y la emisión de boletines de alerta, como destacó el Ministerio de Medio Ambiente de El Salvador en un comunicado oficial.
Históricamente, antes de que existiera una regulación formal, los huracanes eran nombrados con base en el calendario religioso. Así, en las Antillas, se identificaban con el santo del día en que tocaban tierra, como ocurrió con el huracán de Santa Ana (1825) o los huracanes de San Felipe (1928 y 1976).
Esta práctica evolucionó cuando el meteorólogo australiano Clement Wragge introdujo a finales del siglo XIX un sistema de nombres propios, en un principio inspirados en figuras mitológicas y posteriormente en nombres femeninos, según recoge el Ministerio de Medio Ambiente salvadoreño.
En 1953, Estados Unidos abandonó el uso del alfabeto fonético para nombrar ciclones debido a confusiones generadas durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, optó por nombres femeninos. Sin embargo, tras debates por equidad de género, en 1978 se incorporaron también nombres masculinos en la región del Pacífico y, un año después, en la del Atlántico. Este modelo mixto se mantiene vigente hasta la actualidad.
El huracán Milton, que recientemente alcanzó categoría 5, es ejemplo de cómo estos nombres se integran a la conversación pública, permitiendo una mejor organización de reportes meteorológicos y estrategias de protección civil.
Su inclusión en las listas fue definida con meses de antelación y, dependiendo del nivel de impacto que registre, su nombre podría ser retirado o continuar en el ciclo previsto para 2030, conforme a las reglas de la OMM y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), citadas por Expansión.
El uso de nombres también responde a criterios de eficiencia en la transmisión de información. Según el Ministerio de Medio Ambiente salvadoreño, identificar a cada huracán por su nombre permite reducir errores en las comunicaciones escritas y orales, y evita malentendidos en contextos multilingües, especialmente cuando hay varias tormentas activas en simultáneo.
Actualmente, las listas regionales están divididas por cuencas oceánicas: Atlántico, Pacífico Nororiental, y Pacífico Norte Central. Esta última emplea cuatro listas distintas que rotan anualmente. La asignación específica por región evita que un mismo nombre se use en diferentes áreas al mismo tiempo, según la información publicada por Excélsior.
Así, los huracanes reciben sus nombres mediante un proceso internacional estandarizado, que involucra a agencias nacionales como Conagua y Semarnat, junto con la OMM. Este sistema busca optimizar la respuesta ante emergencias, evitando recurrir a descripciones técnicas o confusas, y estableciendo una forma rápida de identificación para medios, autoridades y población general.
