La imagen conocida como El Señor del Veneno permanece en el Templo de Porta Coeli, en el Centro Histórico de la capital, como una de las representaciones religiosas más singulares del periodo virreinal. Su historia gira en torno a una leyenda que, desde hace siglos, ha formado parte del imaginario colectivo, marcando el punto donde convergen la devoción popular y el simbolismo religioso.
La escultura, que muestra a Cristo crucificado, destaca por el color oscuro de su cuerpo. De acuerdo con versiones orales, esta tonalidad no fue la original. Se afirma que la figura era clara hasta que fue víctima de un atentado fallido.
También te puede interesar: Calle Paseo El Peral entra a fase de repavimentación integral en Cancún
La historia detrás de El Señor del Veneno en el Centro
Un hombre, resentido con el sacerdote que solía venerarla, untó veneno en los pies del Cristo con la intención de provocar su muerte al contacto. Sin embargo, se dice que la imagen, conocida como El Señor del Veneno, absorbió el veneno y evitó el crimen. Desde entonces, la figura comenzó a oscurecerse, de acuerdo con Excélsior en la edición del 9 de julio.
De Porta Coeli a la Catedral Metropolitana
El Señor del Veneno fue originalmente resguardado en la iglesia del Colegio de Porta Coeli, construida en el siglo XVIII y ubicada en la calle República de El Salvador. En 1935, tras la clausura de varios templos religiosos durante el periodo de conflicto conocido como la Guerra Cristera, la imagen fue trasladada a la Catedral Metropolitana con el fin de preservarla.
Actualmente, El Señor del Veneno se encuentra en el Altar del Perdón, donde fieles acuden de manera constante a orar y dejar ofrendas, según Desde la Fe, en la publicación del 15 de octubre.

El crucifijo está elaborado en pasta de caña policromada, una técnica utilizada en el siglo XVII. La cruz es de madera, y su estado de conservación ha permitido que continúe siendo objeto de culto en el corazón de la capital.
Una leyenda sobre el veneno y la transformación
La narración más conocida sobre El Señor del Veneno relata que un hombre acudió a confesarse con un sacerdote. Tras admitir un asesinato y un robo, fue exhortado a arrepentirse, devolver lo robado y entregarse a la justicia. Molesto por la respuesta, decidió matar al religioso y aplicó una sustancia venenosa en los pies de la imagen que éste solía besar después de orar.
Esa misma noche, mientras se realizaba el rito habitual, la escultura levantó los pies, según la tradición, y comenzó a absorber el veneno simbólicamente. El sacerdote no murió, y el agresor, al presenciar el hecho, decidió entregarse a las autoridades y solicitar perdón, según datos coincidentes en Desde la Fe en la edición del 15 de octubre y Excélsior en la edición del 9 de julio.
Celebraciones, ritos y significado religioso
El culto al Señor del Veneno tiene dos fechas de conmemoración. Una es el 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, cuando se celebra su origen en el templo de Porta Coeli. La otra es el tercer viernes de octubre, ya en su actual sede en la Catedral Metropolitana. Adicionalmente, cada viernes a las 12:00 horas se celebra misa en su honor, con una constante afluencia de creyentes, de acuerdo con Desde la Fe.
La figura se ha convertido en un objeto de peticiones relacionadas con enfermedades, situaciones legales y conflictos personales. Muchos asistentes afirman que la imagen “escucha” y “responde”, aunque las manifestaciones milagrosas no han sido certificadas oficialmente.
El Señor del Veneno no es el único Cristo negro venerado en América Latina. Existen imágenes similares, como el Cristo Negro de Esquipulas, en Guatemala, cuya coloración también ha sido atribuida a causas milagrosas o químicas. La diferencia, en el caso mexicano, radica en la narrativa que lo vincula directamente con la intención de un crimen frustrado y su posterior perdón.
Desde una perspectiva antropológica, el relato se alinea con la relectura local de símbolos europeos, integrados a las dinámicas religiosas y sociales del México virreinal. En este contexto, el veneno representa el mal depositado por otros, y el Cristo negro se erige como símbolo de absorción y resistencia, sin emitir juicio.

