Las negociaciones en los municipios no terminan de concretarse, y las de las diputaciones tampoco, porque representan la segunda fase de negociación interna para los premios de consolación a inconformes. Hoy, ningún municipio está realmente definido.
Son tres los criterios que se manejan en las decisiones para seleccionar candidaturas en los municipios y diputaciones: Uno, las encuestas; dos, las estructuras que dicen tener los aspirantes, y tres, los intereses de las dirigencias partidistas que controlan esas mismas decisiones.
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1. Las encuestas. Unas son las que se hacen públicas y otras las que sólo se hacen para consumo interno en la toma de decisiones. De éstas, hay las que hacen en el Estado y otras que hacen desde el centro, el equipo de Claudia en cada entidad. Allá arriba sí tiene que haber claridad y no leerse las cartas entre gitanos. Las que no se toman en cuenta son las que publican los mismos aspirantes, como el caso de Estefanía Mercado, quien dice estar arriba de Lilí Campos.
2. Las estructuras. Los aspirantes para los municipios y las diputaciones presentan sus propias estructuras, pero están sujetas a auditorías, porque la tendencia es a inflarlas ante el partido en el estado. Por eso a nivel nacional sólo tienen como válidas las estructuras capturadas en una plataforma digital que controla el equipo de Claudia Sheinbaum, ni siquiera Morena. Éste es un punto que puede explicar el retraso.
- Los intereses de las dirigencias y gobernantes. Aquí está el meollo del asunto, porque las dirigencias y gobernantes siempre tratan de imponer a gente de su confianza, independientemente del nivel aceptación en las encuestas y de las estructuras de aspirantes.
Por ejemplo, en el caso de Anahí González, ¿cuál criterio habrá prevalecido? ¿Su aceptación en las encuestas o la estructura que maneja? O de plano sólo se aplicó el criterio de que ella va o va porque a quien pongan gana.
Esto último es lo que parece que prevaleció, porque de indígena no tiene absolutamente nada, ni siquiera los nombres de las comunidades y apellidos mayas sabe pronunciar.
De ahí las manifestaciones de morenistas fundadores, al protestar porque consideran que su postulación es una aberración democrática y expresa la arrogancia morenista colgada de la fuerza de López Obrador; “están muy confiados en la marca”, como dijo Roberto Palazuelos, quien por cierto, sí lleva como mancuerna a una verdadera indígena, que habla maya y es activista de los derechos de los pueblos indígenas.
A lo mejor ganan la elección, aunque a un costo elevado, el de no alcanzar la cuota mínima para Quintana Roo, que es de 600 mil votos, para contribuir al Plan C nacional, porque el objetivo no es solo ganar la Presidencia, sino las dos terceras partes en las cámaras de diputados y senadores.
Similar al caso Anahí están algunas candidaturas que quieren meter con calzador en lo municipios y diputaciones, aunque al final vayan a ser victorias pírricas, es decir, aquellas en las que el ganador pierde más que el perdedor; pero en Quintana Roo no importa el Plan C, lo que importa es quedarse con todo el Estado y después saltar del partido, como lo vienen haciendo desde hace 30 años.
Ejemplos en los municipios
Tales son los casos en los municipios de Solidaridad, con Estefanía Mercado; Cozumel, con Juanita Alonso; Tulum con Castañón-Barbachano; Othón P. Blanco, con Yensunni Martínez; Puerto Morelos, con Blanca Merari, y hasta José María Morelos, con Erik Borges.
Así las cosas, el morenismo avanza muy lento en las definiciones, no porque no se atrevan, sino porque Claudia y su equipo sí están con el Plan C, mientras que en Quintana Roo parecen seguir “muy confiados” en la marca de López Obrador. La decadencia de los partidos y sus candidatos se da cuando se imponen candidaturas y prevalecen intereses de las dirigencias, por encima de lo que quiere el pueblo. El 2 de junio usted tendrá la Última Palabra.