El ejercicio periodístico no es monolítico, tampoco es un monopolio en virtud de la libertad de expresión, tiene tal amplitud que prácticamente cualquiera lo puede practicar, pero eso no convierte a quien lo escribe en periodista. Pareciera una contradicción que se aclara con su academización.
El siglo XX vio el desarrollo de los grandes diarios, así como el surgimiento y consolidación de los llamados medios electrónicos: la radio y la televisión. Vio el nacimiento y desarrollo de grandes periodistas, como John Reed, Gabriel García Márquez, Ryszard Kapuscinsky, Oriana Fallaci, Truman Capote, Elena Garro, Carlos Monsiváis y Julio Scherer García, entre muchos otros.
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Lo que tuvieron en común varios de estos periodistas, es que unos se forjaron en la práctica, pero otros en las universidades y en la práctica. Esto no era ajeno a los criterios de Estados Unidos y de Europa, dominantes, en cuanto a la enseñanza del ejercicio periodístico.
Las primeras universidades que enseñaron periodismo fueron las de Missouri y Columbia, en Estados Unidos, en 1908 y en 1912, según documenta el docente de la Universidad de Navarra, Carlos Barrera, en su artículo “Inicio de los estudios universitarios de Comunicación en España y su entorno internacional”, de 2021.
El académico, en ese estudio, hace una aclaración pertinente entre la visión de la enseñanza del ejercicio periodístico en las universidades estadounidenses y las europeas: “Desde los inicios, pues, estuvo presente esta tensión entre el componente teórico o humanístico y el práctico, dando como resultado la existencia de diferentes tipos de centros dependiendo del énfasis que pusieran en uno u otro”. Y “en los países europeos con mayor tradición periodística (…) prevaleció el sistema del aprendizaje en el trabajo”.
Lo anterior significa que los estadounidenses condicionaron el ejercicio periodístico al título académico, mientras que los europeos, al aprendizaje en las empresas de medios.
En la década de los 50 y los 60 del siglo pasado, Carlos Barrera sitúa el mayor punto de inflexión para la práctica periodística: se impone la tendencia estadounidense, con sus programas de doctorado: las escuelas pasan de enseñar los trucos del ejercicio periodístico a proporcionar a sus estudiantes una educación general que situaba a los medios en sus contextos históricos, culturales, sociales y económicos, reemplazando a los viejos profesionales por “serios académicos dedicados al minucioso estudio de los medios de comunicación masivos como una importante institución social merecedora de su preocupación”.
México se adapta a la tendencia estadounidense y en sus carreras de Comunicación se da importancia al ejercicio periodístico en las mallas curriculares y surgen las primeras escuelas especializadas en la enseñanza del periodismo, como la Carlos Septién, en la Ciudad de México.
Así, el ejercicio periodístico es esencial justificarlo por sus antecedentes académicos; el título de periodista tiene tanta importancia para poder ejercerlo como lo es la práctica médica o la abogacía, como lo es la ingeniería o la sociología.
La confusión está en que se quiere repetir el anquilosado modelo que se resiste a quedar atrás, de aprender sólo los trucos del oficio, como pasaba hace más de 70 años, sin el esfuerzo de cursar cuatro o cinco años de formación que ofrece además el estudio ético del ejercicio periodístico.
Sin el bagaje educativo que ofrece la academia, quienes se aventuran a la práctica periodística están inválidos, con una muy corta y pobre visión de la realidad social y con poca profundidad en los trabajos que realizan.
Entre los resultados de este estado de cosas se encuentran salarios bajos, justificados en la escasa preparación de algunos aprendices del periodismo, que afecta a los egresados de las escuelas de Comunicación; poco rigor en los datos; sustitución de los hechos por la opinión del “periodista” en los géneros de información; confusión entre lo que es la libertad de expresión y el libertinaje; reducido comportamiento ético para diferenciar entre los asuntos públicos y la vida privada de los personajes públicos; la publicación del rumor en lugar del hecho concreto y comprobado por una fuente válida; las notas informativas llenas de lugares comunes y complementadas con la opinión del “periodista” y no por la fuente consultada, entre muchos otros.
La calidad del ejercicio periodístico
Ahora bien, es el pasado lo que permite establecer la importancia del título en periodismo y no solo una simple opinión o percepción. Es el presente lo que permite ejemplificar lo que sucede cuando se contratan periodistas con título.
Reforma es uno de los periódicos que en la última década del siglo XX permitió establecer estándares de calidad con una precisión perfecta, bajo el criterio de que su audiencia paga por calidad, y no por pretextos.
En su momento, ha pagado los más altos salarios de acorde con sus exigencias. En su reclutamiento, el título es un requisito, no una opción.
Ese periódico, como muchos otros, entendió que invitar a colaborar a especialistas en géneros de opinión y en artículos de opinión, no los convertía en periodistas, sino simplemente en colaboradores que amplían la visión sobre los temas de agenda y sucesos que maneja a diario.
La llegada de las primeras redes sociales, en la primera década del 2000, trajeron nuevas ventanas al ejercicio periodístico, pero poco han aportado a la técnica periodística.
Es justo decir, sin embargo, que lo que provocaron fue la readecuación del rol de los periodistas, al convertirlos en todoterreno, al exigirles que, además de escribir, puedan poner su voz a un audio o su persona en un video.
Estos periodistas además entendieron que su misión sigue siendo informar y para opinar, participan en los programas en los que claramente se precisa que son de esa naturaleza. Ahí están los esfuerzos de Julio Astillero y de los periodistas de Sin Embargo, con sus mesas de opinión de ejercicio periodístico.
Las redes sociales han establecido también una brecha importante entre lo informativo y el entretenimiento, tal como sucedió en su momento con la televisión y, antes, con la radio.
Vloggers, youtubers y tiktokers generan entretenimiento en su mayoría, que en algunos casos confunden con información. Su éxito está en el enfoque de entretenimiento. Aquí no hay una verdad que buscar, como lo dicta uno de los principios periodísticos, hay sólo una obsesión por ganar likes, views y seguidores.
Tanto lo presumen que algunos se extravían al señalar orgullosos que a ellos sí los ven. Y es obvio, el entretenimiento y no la información es lo que genera la atracción de las audiencias.
A manera de conclusión: Para seguir elevando la calidad del periodismo, y para hacer honor a la memoria de todos y todas las periodistas que han dejado relevantes trabajos de investigación; estupendas crónicas y entrevistas memorables, no se puede caer en el discurso simplón de lo que define la actividad, sino lo que le da validez al ejercicio periodístico como ocurre en otras profesiones: Un título en Comunicación o Periodismo.