La elección del 1 de julio de 2012 fue un punto de inflexión para las casas encuestadoras, ya que sus encuestas preelectorales alcanzaron una difusión como nunca antes vista. Esos comicios, en los que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) recuperó la Presidencia de la República, tras 12 años de haberla perdido, puso al gremio encuestador en el centro de la controversia, relacionada con la manipulación de información para inclinar la balanza hacia un candidato.
Desde entonces se abrió la discusión en el análisis político sobre la producción, control y divulgación de la información electoral y el debate se centró en el parámetro para determinar si las encuestas publicadas en los medios de comunicación se podrían tratar como propaganda política o simplemente como un enfoque interpretativo.
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Previo a los comicios del 1 de julio de 2012, doce encuestadoras fueron llevando el pulso de la opinión pública, que dieron al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, resultados siempre favorables sobre su adversario del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador.
En ese momento las 12 encuestadoras fueron Ipsos, Mercaei, Parametría, Covarrubias, Demotecnia, Reforma, BGC, Consulta Mitofsky, Con Estadística, Buendía y Laredo, Gea-ISA e Indemere-Harris.
En 2013, en un foro de investigación social, opinión pública y toma de decisiones, Jorge Buendía Laredo, director de Buendía & Laredo (una de las casas encuestadoras participantes en las encuestas preelectorales de 2012), reconoció la mala interpretación de los resultados de las encuestas de 2012.
Buendía también aceptó que ninguna de las empresas de medición divulgó un candidato ganador diferente al que obtuvo la Presidencia, y sostuvo que no hubo error en las mediciones, pero sí en las distancias entre éstas. Uno de los casos del peso de las encuestadoras
El peso de las encuestadoras, de 2012 a 2024
Para el investigador Murilo Kuschick, profesor e investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana–Azcapotzalco, en una investigación realizada para el Centro para el Desarrollo Democrático del Instituto Nacional Electoral, las encuestas de opinión en México han sido utilizadas, sobre todo, como mecanismo de influencia.
Afirma que esos instrumentos de medición se emplean como medio de propaganda a través de spots, espectaculares y otras vías de difusión, lo que podría significar que han comenzado a perder o disminuir su credibilidad e importancia en las elecciones.
Lo cierto es que las encuestas han disminuido su credibilidad, por casas encuestadores que surgieron recientemente, y que han vendido sus servicios al mejor postor, con instrumentos de dudosa medición. Ahí está por ejemplo Massive Caller, propiedad del militante por años del PAN, ex regidor en Monterrey, Nuevo León, Carlos Campos Riojas, quien irrumpió en 2016, en el mercado de las encuestas.
Como otras empresas encuestadoras, se ha dedicado a realizar mediciones en las que relaciona a presuntos candidatos que no militan en el partido en el que los coloca, o bien, repentinamente sube porcentajes de los aspirantes del PAN.
Hay documentadas por lo menos 26 casas encuestadoras, entre ellas, las de medios de información, como Reforma, El Financiero y Diario Basta.
Tiene sentido entonces aquella afirmación de Buendía en 2013: Las encuestas son una herramienta útil para la toma de decisiones, mas no para la predicción del comportamiento de la población. De ahí que el Movimiento Regeneración Nacional haya escogido como elemento para la selección de sus candidatos, la encuesta, cuyos resultados determinan la toma de decisiones, en ocasiones controversiales, y contratan generalmente a las empresas encuestadoras más formales.