Derivado de la reciente lectura de una obra magnífica de Marco Tulio Cicerón, denominada Tratado de las Leyes, escrita entre los años 50 y 60 antes de la era cristiana por una de las mentes más prodigiosas del Derecho Romano, autor de otras obras como el Tratado de la República, o las Catilinarias, me di a la tarea de rescatar algunas frases que considero importante recordar y rescatar de quien participó de manera activa en la conformación del sistema jurídico que hoy, cerca de 2080 años después, nos sigue rigiendo.
Desde mi perspectiva, y la de Cicerón, retomar la importancia del Derecho es fundamental para la transformación y reconstrucción del Estado mexicano, y expongo la primera frase textual: “Hemos de considerar qué leyes deben regir las sociedades; después de tratar de esas reglas o derechos y decretos de los pueblos que forman los derechos civiles, y en esta parte no quedarán olvidados nuestros propios pueblos”.
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Con lo anterior, Cicerón deja evidencia que una de las definiciones clásicas del Derecho, emana de esta idea, al sugerir que rige la conducta del individuo en sociedad.
Por otra parte, uno de los principios generales del Derecho “Ubi societas, Ibi Ius”, también se gesta de esta magna obra y se cita directamente de la fuente natural del Derecho y de la filosofía, como se expresa a continuación: “Ahora bien, allí donde la razón es común, lo es también la recta razón; y como esta es la ley, por la ley debemos considerarnos en sociedad con los dioses. Es indudable que allí donde existe comunidad de ley, existe comunidad de Derecho”.
En este sentido, si quienes ostentamos cargos públicos sean o no de elección popular, no tenemos conciencia que el derecho es la base sobre la que se sostente un Estado y una sociedad, y somos los primeros en pasar encima de las leyes, estamos llamando al mismo caos de la cosa pública.
La vigencia de lo escrito por Cicerón
Habla también de la función de los legisladores, pudiendo ser estos los miembros del senado e incluso los tribunos de la plebe de una manera muy clara y sencilla, pero sin dejar de mencionar que la ley es la base de todo el Estado: “Cosa averiguada es que las leyes sean inventadas para el bien de los ciudadanos, la conservación de las ciudades, la tranquilidad y bienestar de todos; los primeros legisladores manifestaron a los pueblos que escribirían y propondrían cosas cuya adopción y establecimiento les proporcionaría vida dichosa y honesta”.
Sin duda, es una aspiración a la que todo gobernado tiene derecho y a la que, hasta hoy, en pleno siglo XXI finalmente se está dando cauce con reformas que establecen el buen gobierno como un derecho humano, diría Cicerón. Tarde, pero llegó.
Respecto del Poder Judicial, Cicerón expone la importancia de sus miembros como interpretes del derecho y como elementos fundamentales en el control y equilibro del derecho y del Estado: “Los magistrados son necesarios: sin su prudencia y su celo, no puede existir la sociedad, y en la determinación de sus facultades descansa todo el organismo de la República”.
Esta en particular, es una de las enseñanzas fundamentales de Marco Tulio Cicerón, respecto de la trascendencia de la función jurisdiccional y que debemos retomar en estos tiempos de conflicto entre poderes, ya que al mencionar la prudencia y el celo con los que dicen el derecho o resuelven controversias, es que existe una sociedad y en ellos descansa toda la estructura jurídica de la República.
Una frase lapidaria que dejó de ser observada hace muchos años y que se ejercía en la Roma del siglo I antes de Cristo, es la siguiente: “Quién cuide las causas del pueblo, impone al senador el deber de conocer la República. Esto tiene mucho alcance: el número de soldados, el recurso del tesoro, los aliados, los amigos, los tributarios, la ley, la comisión, la alianza con cada uno, saber las costumbres de las deliberaciones, Conocer los ejemplos de los antepasados. Como veis, todo esto exige instrucción, diligencia y memoria, sin lo cual nunca se puede estar preparado para ser senador”.
Sin lugar a dudas, Cicerón moriría de nuevo si viese de pronto a los legisladores que ocupan curules en ambas cámaras y que, lejos de florecer a la instrucción, diligencia y memoria a los que se refiere Marco Tulio Cicerón, hacen gala de su basta experiencia en el fútbol, en las telenovelas, en el periodismo de chisme, en el youtuberismo e incluso, y más grave aun, en la más profunda ignorancia del todo.
Sin lugar a dudas, vivimos en una sociedad de constante acceso a información cuyo contenido no siempre es verídico ni legalmente cierto, lo que nos convierte en una sociedad mal informada y encaminada según algunos filósofos a una segunda Edad Media.
Se hace necesario que quienes representan hoy al pueblo retomemos los clásicos y enderecemos el rumbo hacia donde debe ser, a un gobierno más instruido y culto, para poder dirigirnos nuevamente hacia la luz a fin de no perdernos en el mar del desconocimiento.