En política, lo que se percibe es lo que cuenta. Lo que se percibió en la visita presidencial de este viernes en Felipe Carrillo Puerto fue la estrecha relación que ha construido la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama, con la presidenta.
No se sabe si esta relación es tan cercana como la que mantenía con el expresidente Andrés Manuel López Obrador, pero esta demostración de proximidad ocurre en momentos en que la sucesión adelantada toma por sorpresa a los grupos que buscan la gubernatura, mientras arman sus estructuras y estrategias. La lucha ya es interna e intensa.
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El brazo de la gobernadora sobre los hombros de la presidenta es una señal que no se puede pasar por alto, a menos que los estrategas y aspirantes se dejen llevar por las emociones; será una variable que deberán incorporar en sus planes hacia el momento en que se tome la decisión.

Tampoco quiere decir que aquella regla no escrita de la era priista “gobernador no pone gobernador” haya sido desterrada por completo; se rompió a partir de la era panista, periodo en que los gobernadores de los estados se convirtieron en virreyes y colocaban a su sucesor.
En Quintana Roo, así ocurrió con Joaquín Hendricks, quien, ante la ausencia de una figura presidencial omnipresente, tuvo el poder para imponer a Félix González Canto, tras una negociación con el grupo Joaquín, específicamente con don Nassim. Logró imponer a quien resultó ser un gobernador de amplio poder, hoy con una fortuna considerable, que detonó una deuda superior a los 10 mil millones de pesos.
El mismo Félix también tuvo la capacidad de colocar sin complicaciones a Roberto Borge y mantuvo sobre él tal influencia, que puede hablarse de un mini-maximato de once años caracterizado por una corrupción histórica, que duplicó la deuda del estado. Ambos fueron asesorados desde entonces por Jorge Emilio González Martínez, quien más adelante rompió con ellos y pactó con Carlos Joaquín González. Posteriormente, hizo lo mismo con Morena y hoy cohabita en el poder.
Borge y Félix impusieron a Mauricio Góngora Escalante como candidato, pero ya no les fue posible hacerlo gobernador. Coincidentemente, para entonces ya no estaban los presidentes panistas, y había regresado el priismo con Enrique Peña Nieto. Se cumplió entonces la regla no escrita: “gobernador no pone gobernador”.
Hoy, no hay nada escrito. Nada garantiza que la gobernadora de Morena, Mara Lezama, pueda colocar a su sucesor o sucesora, sea Eugenio Segura, Ana Patricia Peralta, Estefanía Mercado Asencio, en ese orden, o alguna figura inesperada del mismo partido.
Mara Lezama, justo a la mitad de su mandato, se encuentra en su punto de mayor poder político y estaría en condiciones de influir. Sin embargo, ya ha aclarado que no tiene delfín y que será el método de encuesta y ponderación política el que determine, de forma democrática, a la persona candidata de la 4T. Cualquiera que resulte electo podría ser titular del Poder Ejecutivo de Quintana Roo para el periodo 2027-2033.
En otro momento, podría afirmarse que la última palabra la tendría la presidenta Claudia Sheinbaum, quien decidió enviar una señal de respaldo y cercanía con la gobernadora.
Ese mensaje político podría tener múltiples interpretaciones, ya que, ante todo, la decisión podría emanar del Palacio Nacional y ser acatada en el Palacio de Gobierno, lo que alinearía a todos los actores, como en la era priista. Pero no se sabe. Se vive un periodo cambiante, y la política tiene múltiples vericuetos. Para 2027 falta mucho o poco, depende de la óptica. Eso sí, el proceso será intenso. La moneda está en el aire. Usted tiene la última palabra.

