Solomon Eliot Asch, nació en Polonia en 1907, migrando a los Estados Unidos a temprana edad. Fue un brillante estudiante que logró titularse a los 21 años y poco tiempo después terminaría un doctorado en la Universidad de Columbia, para adentrase profundamente en el mundo de la psicología social.
Es reconocido como el pionero de la “psicología de la conformidad” estudiando el comportamiento social desde el enfoque de la psicología Gestalt. Uno de sus principales aportes es que “los actos sociales no se pueden entender aislados, sino que es necesario interpretarlos viendo su entorno”. Lo que quedó demostrado con su experimento de la conformidad, en el que demostró en diversas ocasiones y etapas que un sujeto puede cambiar su respuesta/creencia/opinión/criterio en función de lo que vea que opinan los demás. En función de la presión social.
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Asch en estricto sentido sostenía que un grupo de personas pueden determinar la respuesta de un tema general y esta, se sobrepone a la individualidad de un sujeto de prueba. Esta puede ser incluso una prueba común en las primeras infancias la presión social que se ejerce en las escuelas en donde un grupo presiona a un individuo para que comience a fumar y en lugar de permanecer aislado de la masa, pertenecer aun a costa de mi idea negativa hacia el tabaco.
O bien, cuando sucede algo en el salón de clase y con tal de no llevar la contraria o ser los raros, los niños terminan sumándose a una actividad o a una versión de la realidad con la que no están de acuerdo.
Este experimento sobre la conformidad se realizó entre 1951 y 1955, y como hemos ya mencionado, a través de los ejercicios de percepción quedó demostrada su teoría con datos alarmantes, ya que Asch dejó establecido que el 76% de las personas siempre van a optar por la conformidad. Lo que digan los demás. A donde me lleve el barco. Si todos dicen que el Poder Judicial el corrupto yo también lo digo, aunque no tenga idea de como funciona y que tipos de tribunales existen, por ejemplo.
Pero no solo esos datos son alarmantes, ya que, si el 99% del grupo sigue, acepta o decide seguir una teoría que puede ser implantada mediante la repetición constante de una falacia, el sujeto que se opone, en el 37% de los casos ante la presión de los demás y el estrés que esto le ocasiona, lo llevará a sumarse a la decisión del grupo conformista.
En tal virtud, solo 1 de 4 personas persiste con su criterio distinto al de los conformistas, y a esto se le conoce como disonancia cognitiva. Porque el sujeto que resiste tiene una idea clara, lo que lo lleva a mantener su criterio apartado del de las masas conformistas, y este criterio coexiste con la lluvia de propaganda de esas masas, por lo cual, la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas, impacta directamente sobre este generándole estrés.
De acuerdo con Carl Rogers, padre de la corriente psicológica humanista, a través de su “Teoría de la personalidad altamente funcional”, nos lleva a que ese 24% de personas que mantienen su disonancia cognitiva, por lo general cuentan con mayor grado de estudios académicos, con flexibilidad de actividades laborales (varias fuentes paralelas de ingreso), suelen ser personas que han vivido en varias ciudades o países, abiertas a explorar posibilidades, y se les define como personas altamente efectivas en esta teoría.
La comodidad de la conformidad
En México, desde su creación como estado posrevolucionario con la teoría de la empleomanía, éste comenzó a gestarse como un estado paternalista en el convirtió un pueblo recio y bárbaro que había luchado una revolución, en un pueblo conformista al que el partido en el poder, el PRI, a través de medios de comunicación como televisa en su momento, manipulaba para la toma de decisiones haciéndolos parte de las mismas mediante la presión social en una clara mezcla del experimento se Asch y la propaganda.
Hoy, el estado es diferente, el PRI como tal ya no es una fuerza, sin embargo, en la psicología política todo parece seguir sobre los experimentos de Asch, y ese debe ser el reto de México en el presente gobierno federal y en los locales, porque sacar a las mayorías de la conformidad para generar un pueblo capaz de discernir por sí mismo de forma autónoma nos puede hacer salir de este tercer mundo en el que pareciera que tiene cómodos a los representantes de la cúpula a costa de los conformistas de abajo. Ahora que ya lo sabe querido lector, lectura, cada quien decide si quiere ser conformista o disonante.