El cometa interestelar 3I/Atlas, el tercer objeto de su tipo identificado, se ha convertido en un desafío científico y de seguridad global. Mientras su trayectoria revela secretos cruciales sobre la formación de sistemas estelares distintos, su aproximación al Sol desata una actividad extrema que podría hacerlo fragmentarse, poniendo en máxima alerta a las agencias espaciales.
El contexto de un visitante interestelar y su enigmático origen
El cometa 3I/Atlas es uno de los pocos objetos conocidos que han llegado a nuestro entorno desde fuera del Sistema Solar, y su procedencia exótica lo convierte en un objetivo de estudio prioritario. Fue detectado oficialmente el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS en Chile. Sin embargo, revisiones posteriores permitieron encontrar observaciones previas desde mediados de junio en distintos telescopios, incluido el observatorio de Palomar en Estados Unidos.
Su naturaleza interestelar se confirma por su trayectoria hiperbólica, lo que significa que no está ligada gravitacionalmente al Sol y que procede de otro sistema estelar. Al reconstruir su órbita hacia atrás, los investigadores concluyen que 3I/Atlas llegó directamente desde el espacio interestelar sin haber pasado antes por nuestro cosmos.
El hallazgo que cambió la física de cometas: la rotación de 3I/Atlas
Tras la aproximación de 3I/Atlas a la Tierra el 19 de diciembre de 2025, nuevas observaciones han proporcionado datos sin precedentes sobre su estructura interna. Los astrónomos, que han captado el cometa en su aproximación al Sistema Solar, siguen con atención su comportamiento.
Gracias a una campaña de observación llevada a cabo con el Two-meter Twin Telescope, instalado en el Observatorio del Teide, en Tenerife, los astrónomos lograron identificar un chorro estrecho de gas y polvo que emerge de su núcleo. Este chorro cambia de orientación de forma periódica, revelando cómo gira el corazón del cometa.
La medición del periodo de rotación
Durante casi 40 noches, entre julio y septiembre, los astrónomos siguieron la evolución del cometa y detectaron algo distinto de la cola clásica de polvo. Mientras esta se extiende en sentido contrario al Sol, el chorro nace en la zona iluminada y rota acompasado con el propio núcleo.
- Periodo de rotación: Este movimiento ha sido clave para calcular que el núcleo de 3I/Atlas completa una vuelta sobre sí mismo cada 14-17 horas.
- Significado: Este ritmo es comparable al de muchos cometas que se formaron dentro del Sistema Solar.
- Hito científico: Es la primera vez que se puede medir con este nivel de detalle la rotación de un cometa interestelar a partir de su propia actividad.
Analizar cómo expulsa material, cómo rota y cómo responde al calor solar permite a la comunidad científica comparar procesos físicos entre cometas formados en sistemas planetarios distintos, dando lugar a futuros descubrimientos.
Máxima alerta: desgasificación violenta y el riesgo de fragmentación
Mientras que los descubrimientos sobre su composición son fascinantes, el paso de 3I/Atlas por el interior del Sistema Solar ha activado las alarmas debido a una actividad inusual y potencialmente peligrosa. La intensa radiación solar está provocando una desgasificación violenta y una creciente inestabilidad térmica en su cola.
El acercamiento al Sol ha incrementado la exposición del cometa a la radiación y al calor, desencadenando procesos físicos extremos en su superficie y en su núcleo. Lo que en otros cometas podría ser habitual, en este caso se ve amplificado por la naturaleza del propio cuerpo y por su trayectoria.
Los registros más recientes apuntan a una desgasificación intensa que estaría erosionando el núcleo de 3I/Atlas a gran velocidad. Este fenómeno es la respuesta directa del cometa al calor extremo que sufre. El hielo y los materiales volátiles del interior se subliman y se expulsan al espacio, generando chorros irregulares de gas y polvo.
Esta actividad descontrolada incrementa la probabilidad de una fragmentación del núcleo. En lugar de un único cuerpo compacto, podrían surgir múltiples fragmentos de tamaños diversos, cada uno con su propia trayectoria ligeramente diferente.
Cola inestable y la tensión estructural
Otro indicador que preocupa a los astrónomos es la inestabilidad térmica observada en la cola del cometa. Esta estructura, formada por gases y partículas de polvo, responde de manera directa a la radiación solar. Los equipos que monitorizan esta «visita» cósmica analizan con detalle los cambios en la cola y en la envoltura de gas y polvo que rodea al núcleo. Estos elementos periféricos funcionan como un termómetro del sistema y pueden ser el preludio de una ruptura completa.
Si el núcleo se rompe, obligaría a recalcular de inmediato las trayectorias de los posibles fragmentos, complicando el seguimiento y la predicción de su movimiento.
El riesgo para la infraestructura espacial global
Si los escenarios más preocupantes se materializan y el cometa se fragmenta, podría formarse una nube de detritos difícil de caracterizar y seguir con precisión.
Una neblina de restos cometarios en la proximidad de la órbita terrestre podría comprometer:
- Satélites de observación
- Plataformas de comunicaciones
- Sistemas de navegación por satélite
La incertidumbre no se limita al impacto directo. Fragmentos pequeños podrían resultar demasiado difíciles de rastrear, pero serían lo bastante grandes como para suponer un riesgo. El paso de estos restos cerca de la órbita de satélites operativos podría obligar a realizar maniobras de evasión, con el consiguiente consumo de combustible y posible pérdida de servicios. Sistemas clave para sectores como el transporte, la defensa o las finanzas podrían verse afectados si un número suficiente de aparatos resulta dañado o destruido. La NASA hoy publica nuevas imágenes del cometa interestelar 3I/Atlas.
Defensa planetaria y protocolos en revisión
Ante este contexto, la defensa planetaria se convierte en una prioridad más visible. Las agencias espaciales están revisando planes de contingencia, actualizando modelos de impacto y evaluando las capacidades disponibles en caso de tener que intervenir contra un fragmento que supere determinados umbrales de tamaño y energía.
Más allá del interés científico por un nuevo visitante interestelar, el caso de 3I/Atlas se ha convertido en un banco de pruebas real para los protocolos de vigilancia y respuesta ante amenazas. Los especialistas trabajan con distintos escenarios que contemplan desde una fragmentación controlada y relativamente inocua hasta situaciones más complejas, con múltiples piezas en órbitas difíciles de predecir. Iniciativas y conceptos como la vigilancia de objetos cercanos a la Tierra (NEO) podrían encontrar en este caso un punto de referencia para futuros desarrollos.
El episodio refuerza la importancia de invertir en infraestructuras de vigilancia, en misiones de observación dedicadas y en la coordinación internacional frente a amenazas que trascienden fronteras y gobiernos. Mientras los observatorios siguen desgranando el comportamiento de 3I/Atlas, ¿qué lecciones críticas está dejando este visitante caótico sobre nuestra preparación colectiva ante los caprichos del universo?
