CDMX.- El presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, falleció la noche del sábado 1 de noviembre tras resultar víctima de un ataque armado en el Centro Histórico de esa ciudad michoacana, durante la inauguración del tradicional Festival de Velas. El hecho ocurrió alrededor de las 20:00 horas, cuando el edil convivía con ciudadanos y se tomaba fotografías; minutos después de ser trasladado a un hospital se confirmó su muerte, pese a los intentos de reanimación.
De acuerdo con información publicada por El Financiero, señaló que un civil armado se acercó al escenario y abrió fuego contra la comitiva municipal; en el intercambio los escoltas repelieron la agresión, resultando un presunto agresor abatido y al menos dos personas detenidas. Fuentes locales reportaron que el funcionario recibió múltiples impactos, por lo que fue estabilizado temporalmente en el lugar antes de su traslado de emergencia.
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El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, condenó el atentado y confirmó la participación de fuerzas federales en los operativos de búsqueda e inteligencia desplegados tras el ataque. En un comunicado oficial se informó que la Guardia Nacional y la Secretaría de Seguridad Pública colaboran con las investigaciones, mientras autoridades ministeriales recaban testimonios y cámaras de la zona.
Fuentes médicas indicaron que Carlos Manzo recibió al menos tres impactos de bala, dos en el abdomen y uno en el brazo, y aunque fue trasladado de emergencia a un hospital cercano, perdió la vida minutos después. En el ataque también resultó herido el regidor de Obras Públicas, Víctor Hugo de la Cruz Saucedo, conocido en redes sociales como Víctor Saladitas, quien fue reportado fuera de peligro.
Carlos Manzo enfrentó al crimen organizado hasta el final
Carlos Manzo, quien había asumido el cargo en septiembre de 2024 como alcalde independiente, se distinguió por su discurso firme contra el crimen organizado. Antes de su llegada al gobierno municipal, fue diputado federal y auditor del IMSS en Michoacán.
En diversas ocasiones denunció amenazas de muerte y pidió apoyo al entonces secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, advirtiendo que temía por su vida. “No puede haber abrazos para los delincuentes”, solía declarar al defender una política de mano dura en una de las zonas más conflictivas del estado.

El diario El País recordó en una crónica reciente cómo el propio Carlos Manzo reconocía el riesgo que enfrentaba diariamente. En julio pasado, el reportero lo acompañó durante un patrullaje por las zonas montañosas de Uruapan, donde el edil confesó que llevaba chaleco antibalas y que “el miedo era natural, pero había que dominarlo”. En esa entrevista, el alcalde manifestó: “No quiero ser otro más de la lista de los ejecutados”. Su sombrero de ala ancha y sus transmisiones en vivo durante los operativos eran ya parte de su identidad pública.
Carlos Manzo había pedido recursos federales para blindar los vehículos municipales y fortalecer la seguridad local, consciente de que su cruzada contra los grupos criminales, particularmente el Cártel Jalisco Nueva Generación, lo colocaba en la mira.
Su estrategia de hacerse visible en medios era también una forma de autoprotección: “Cuanto más mediático me haga, es probable que menos se atrevan a matarme”, declaró en aquella conversación.
El asesinato de Carlos Manzo evidencia una vez más la vulnerabilidad de los servidores públicos en regiones dominadas por la violencia. Tanto El Financiero como El País subrayan que su muerte representa un golpe a la esperanza de recuperar la seguridad en Uruapan, donde el alcalde buscaba imponer orden y dignidad frente a la amenaza constante del crimen organizado.

