Matadlos a todos que ya el Señor sabrá reconocer a los suyos… Estas fueron las últimas palabras que más de veinte mil personas escucharon de la boca del emisario de la Iglesia Católica Romana, del legado pontificio, Arnau Almaric, en la tristemente célebre “Cruzada Albigense” y de la cual, como recompensa, el Papa, Inocencio III concedió a Simón de Montfort la propiedad del señorío de Béziers y el de Carcasona.
La sangrienta desaparición del pueblo Cátaro se llevó a cabo a partir del año 1209 por instrucciones expresas de la Iglesia Católica, de donde emanaría la “Santa Inquisición”, sin embargo, utilizó la propiedad de las tierras cátaras pertenecientes al feudo de Pedro II de Aragón, para incentivar a los franceses a apoderarse de ellas, con la simple consigna de asesinar al pueblo hereje de los Cátaros.
También te puede interesar: Opinión: El epistolario moderno
Pero cuando Simón de Monfort se percató de que había ciudadanos de otros pueblos mezclados con los Cátaros, la respuesta de la Iglesia fue sencilla, “matadlos a todos que ya el Señor sabrá quienes son los suyos”… así sucedió.
Los Cátaros (los puros en griego), surgen en el S. XII y fueron conocidos como los tejedores o los buenos hombres, se consideraron herederos de los profetas. Se oponían al nombramiento de cargos eclesiásticos a cambio de dinero.
Vivían en zonas rurales en donde predicaban con el trabajo y con el seguimiento de los principios cristianos. Al ser independientes dado que no seguían los principios de la Iglesia Católica Romana y al no acogerse al poder político de ésta, fueron considerados herejes.
La Iglesia Católica Romana comenzó entonces la sangrienta Cruzada Albigense, bajo el argumento de que solo ellos, solo la Iglesia Romana, era la única institución “pura”, “verdadera”, “fundadora” y “representante” de Cristo en la tierra.
Este argumento monopólico de la razón, sin duda costó miles de masacres a los largo y ancho de Europa; sin embargo, la historia se ha encargado de enseñarnos que el fin último del abuso en el adoctrinamiento de los pueblos incultos, solo tuvo como objetivo el dominio político, económico y el reparto de tierras entre los reinos usando la doctrina como pretexto de conquista.
La profecía del pueblo hereje
Hoy, en México, en política estamos siendo testigos del surgimiento de grupos radicales que se asumen en el papel de los “puros”, los “únicos”, los “ungidos” y que detrás de ellos, en la mayoría de los casos, no existe una verdadera formación jurídico-política o sociológica del Estado, sino que por desgracia se persiguen los mismos fines de la Cruzada Albigense, el poder y los bienes materiales.
Sin embargo, retomando el lado rescatable de la historia, en el año 1321, según estudios de Marisa Ventura de la Universidad de Torcuato di Tella, el último cátaro en ser quemado en la hoguera fue Guillaume de Belibaste y ardiendo en el fuego gritó: “En 700 años el Laurel va a reverdecer y los cátaros vamos a volver a la tierra”. Su profecía fue dicha en el año 1321 y en 2021 se cumplieron los 700 años.
Ello quiere decir que pronto seremos testigos de la transmutación suprema en la que habrá un cambio de conciencia del ego para regresar al todo y tal parece que la pandemia puede ser el inicio de este gran cambio, en el inicio de esta transmutación, en la que la vida siguió… como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.